“Tengo más de treinta mil afinaciones encima”

Entrevista Con Miguel Puch, por Julián Barbieri (Músico) en Deodoro Febrero 015

La figura de Miguel Puch es un emblema en el circuito musical de Córdoba. Con poco más de cincuenta años, es un referente indiscutible como afinador de instrumentos de teclado. Su taller de pianos tiene un gran presente y su vida tanto profesional como personal, es una auténtica historia extraordinaria.

“Nací el 21 de noviembre, un día antes del Día de la Música. Mi viejo solía decir que nací un día antes porque tenía que afinar los instrumentos”. El menor de cuatro hermanos, Miguel se crió en medio de instrumentos desarmados y discos sonando en su casa. Lejos de querer retirarse, está feliz con su presente y nunca deja de proyectar para el futuro.

El piano es un digno representante de la sociedad moderna. Ha definido la cultura occidental mejor que cualquier otro elemento, a pesar de ser el instrumento más nuevo. “La música clásica antes era también música popular, la burguesía y el pueblo estaban más mezcladas. Por ejemplo, hoy hay cosas que alejan a la gente común de la música clásica, como eso de no aplaudir al finalizar los movimientos, cuando antes no era así. La gente aplaudía, comía, hablaba, si le gustaba algo lo gritaba, era mucho más ruidoso todo. Las oberturas por ejemplo, se usaron en un momento para que la gente se vaya callando mientras entraba al teatro. Después las clases altas alejaron al pueblo de esta música. El paradigma social de la música clásica ha cambiado mucho ahora, las piezas se ven como piezas de museo, mientras que antes eran parte de la realidad”. Seguir leyendo

¿Quérdoba?

Por Luciano Delprato (Actor, director y dramaturgo), DIC 014

Desde finales de octubre pueden encontrarse en Youtube las primeras entregas de Chow Fan Show, una novedosa propuesta de humor y entrevistas online para volver a pensar la ciudad, los medios de comunicación y la producción cultural.

Corría el año 2005. Una revolución secreta se gestaba y nosotros como si nada. Como se gestan todas las revoluciones, que con el diario de ayer parecen evidentes y obvias pero antes solo un puñado de impares puede distinguir del ruido de fondo de un mundo que no para de revolucionarse sobre sí mismo y alrededor del sol. Porque en la primavera de 2005 se colocaba online un sitio web que iba a transformar nuestro vínculo con la producción audiovisual de manera definitiva. YouTube, (Vos Tubo, en su traducción más insensata y directa), acuñando desde un comienzo el eslogan “Broadcast Yourself” (cuya traducción correcta sería “Transmite tú Mismo”, pero que suena sugestivamente parecido a “Transmítete a ti Mismo”, de hecho el sitio fue pensado originalmente como una plataforma de difusión personal, un date site). Y esto es lo más importante, porque apenas a flote en un océano de videítos de gente bañándose con baldes de cubitos de hielo y gatitos siendo tiernos por enésima vez, hay gente diciendo cosas, hablándole al mundo en primera persona, sin intermediarios y con muchas menos limitaciones que en los medios de comunicación tradicionales, que tienen las arterias saturadas por el colesterol de la mercadotecnia (no es menor el dato que señala que, a pesar de su tráfico furioso, el sitio jamás ha dejado de dar pérdidas económicas) . Porque si bien es cierto que casi todos nosotros navegamos la web en busca de alguna de las formas más populares del amor, hay más formas del amor entre el cielo y la tierra, Horacio, que las que ha soñado tu pornografía. Elisa Gagliano y sus amigos pertenecen a este grupo de terroristas de seda que, armados con una visión marginal del mundo, se dieron cuenta que son tan extraños que son graciosos, tan particulares que son necesarios y tan idealistas que son adorables. Porque Chow Fan Show, el programa de entrevistas surrealistas que ya lleva cuatro emisiones tiene el objetivo de nada más ni nada menos que trasformar la ciudad de Córdoba, y ya sabemos que si despintamos nuestra aldea redecoramos el mundo. Seguir leyendo

Quince veces morir

En el tránsito del invierno a la primavera hubo un momento bisagra, un lugar bisagra en la vida de cada cordobesa, en la vida de cada cordobés: una alcantarilla una mañana de domingo. La inmundicia, paradójicamente, abrió el juego para poner sobre la mesa la discusión sobre cómo parar, de una vez por todas y para siempre, con la violencia machista.

María Soledad Ceballos (Comunicadora Social)

Escuela de Parque Liceo.

2º grado.

(28 de septiembre)

Mientras tratan de escribir un cuento, uno a cada lado:
Sabés seño que un amigo de mi primo tenía todo de Chucky: muñecos de Chucky, almohada de Chucky, remera… todo, y cuando se levantó a la mañana Chucky había matado a la mamá.
¡¿Chucky había matado a la mamá?!

Por eso yo tengo todo de Dragon Ball.

Analía, Marisa, Nadia, Nilda, Carina, Carolina, Arnulfa, Rosita, María del Carmen, Lorena, Andrea, María, Silvina, Paola y Liz son las mujeres que desde el 1 de enero de este año fueron asesinadas en el territorio provincial. Ellas, quince en total y hasta ahora, tenían un nombre y una vida. Se las interrumpieron para siempre. Nombrarlas para que existan, para contar que existieron, para no olvidarlas.

El último femicidio en Córdoba capital (el último en la provincia fue el 18 de octubre en Cosquín) conmocionó como ningún otro: la visibilidad que había tomado la desaparición de Paola desde el primer momento, las horas de búsqueda, las expectativas y esperanza de toda la ciudad y una alcantarilla que se llevó puesto todo eso en un instante. El hallazgo del cuerpo de Paola llevaba un plus que era luz: su hija Martina dormía entre la mugre y el frío cuerpo de su madre. Seguir leyendo

La Policía es algo más que una inmensa estepa azul

Por Dante Leguizamón, en DEODORO Noviembre, 014

estepa azul

Por primera vez una serie de razones que explican el acuartelamiento policial. Sin teorías conspirativas algunos datos concretos que explican por qué pasó lo que pasó el 3 y 4 de diciembre.

Ustedes son jefes gracias a mí –les dijo Ramón Frías y levantó la copa con una sonrisa pícara. Pocos días antes la provincia de Córdoba había vivido una de sus horas más oscuras a raíz del acuartelamiento policial. Sin embargo, para ese grupo de policías, las cosas no podían estar mejor. Tras el desplazamiento de César Almada, el hombre que comandó la institución en los breves meses entre el narcoescándalo y el acuartelamiento, los comensales de aquella mesa del restaurante “El Campanario”, de Villa Carlos Paz, habían logrado convertirse en los nuevos integrantes de la Plana Mayor de la Policía.

Sentado en la cabecera de la mesa, Frías, que perdió su cargo en septiembre de 2013 tras el narcoescándalo, parecía festejar. De un plumazo tanto la Ministra de Seguridad, Alejandra Monteoliva, como el jefe que se había quedado con su cargo, César Almada, habían sido desplazados por el Gobernador José Manuel de la Sota.

En la punta de la mesa lo acompañaban Luis Eduardo Suárez, flamante jefe de Policía y Héctor Laguía, el subjefe. Cuando Frías levantó la copa Walter Moyano, Walter Díaz, Mario Tornavaca, Miguel Ángel Casteló, Ricardo Domínguez, Claudio Vignetta y Miguel Ángel Oliva lo miraron entendiendo el mensaje. Todos menos Frías acababan de asumir como parte del grupo de policías que, junto al jefe y al subjefe, forman el Estado Mayor Policial. Los conductores de la institución.

Apenas cinco días antes, el 3 y 4 de diciembre de 2013, Córdoba se había convertido en una zona liberada cuando los policías de calle, acuartelados, extorsionaron al gobernador y le torcieron el brazo obligándolos a otorgarles un aumento de sueldo.

La mayoría de los presentes en la reunión en El Campanario –a excepción quizá de Vignetta y Oliva que no tenían cómo impedirlo– si bien no provocaron la revuelta, simplemente dejaron solos a Almada y Monteoliva a la hora de intentar evitarla. Seguir leyendo

La invención de la Decencia

Por Mariano Barbieri en DEODORO, Noviembre 014

No es extraño ver a la gente más delgada caminando en grupos de dos o tres, a veces familias enteras, atados entre sí con sogas o cadenas, aferrados los unos a los otros, sirviéndose de lastre contra la ventolera. Otros abandonan por completo la idea de salir; abrazados a los portales o a las glorietas, incluso el cielo más límpido llega a parecerles una amenaza. Piensan que es mejor esperar tranquilamente en un rincón que ser arrojados contra las piedras.

(Paul Auster, El país de las últimas cosas)

Cuando se enciende una pantalla, cualquiera sea, la calle sólo tiene dos tipos de habitantes: los llamados delincuentes y la policía. Como en un juego de mesa, o en los monitores de un ciber, la criminología mediática relata cómo el bien y el mal definen por penal. Si uno obedece a la escala cromática, sabe que los dos se narran en el gris, en un gris en el que no se discuten ni las razones del delito, ni la pertenencia -y sometimiento- de la policía a las fuerzas democráticas de los poderes del Estado. Las noticias policiales ocupan prácticamente todo el relato de los noticieros y los diarios. Es fácil -y peligroso- olvidar que la policía es una herramienta. Una herramienta con control civil.

La extorsión de Diciembre de 2013 producto del auto-acuartelamiento de las fuerzas de seguridad provinciales (prácticamente en todas las provincias del país), fue la materialización de este escenario creado. Las fuerzas policiales puestas en rebelión desafiaron a las estructuras civiles del Estado. Abandonaron irresponsablemente sus funciones habituales en absurda complicidad con algunas decisiones del poder político. Al desenlace y al contagio lo conocemos todos: fue uno de los momentos históricos más relevantes de los últimos años, increíblemente guardado bajo la alfombra. Un aumento salarial promedio por encima del 60% en todas las provincias y un fortalecimiento casi inexplicable del rol represivo de la policía.

Entre la policía y los delincuentes (estética y socioeconómicamente tipificados) hay una tercera categoría que cierra el escenario. Se trata de la invención de la decencia. La decencia es una categoría moral, es el ciudadano común, el ciudadano de a pie, el hombre de bien. La decencia son todos los eufemismos juntos que fueron paridos para ausentar al Estado como organizador y regulador de la vida social. Es una idea amorfa en la que se pretende ubicar a cierto tipo de ciudadanos como personas independientes de todo tipo de política pública, de toda pertenencia, de toda garantía de derechos. Es una especie de ser completo e independiente (¡cuántas veces lo mismo!) que lo único que quiere es que lo dejen en paz, y que pide, a gritos, que a los pobres no les den el pescado, sino que les enseñen a pescar.

En Córdoba, el resultado de este escenario fue tal vez la consecuencia más dolorosa de aquel diciembre: la policialización de los ciudadanos. Las imágenes de linchamientos y de barricadas, los ataques a los motociclistas y el ascenso de todas las formas del fascismo, son una mancha imborrable en la memoria de todos. La escalada de miedos dio resultados precisos: las pantallas (celulares y tvs) y las radios mandaban a recluirse, a abandonar los espacios públicos y a castigar, como sea, a quienes enfilen al menos un par de adjetivos sospechosos. Rostro, vehículo, actitud. Cualquiera alcanzaba para juzgar. Seguir leyendo

Cinco hipótesis sobre Córdoba

Por Pablo Natale en DEODORO Octubre, 014

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1. A continuación me gustaría relevar cinco hipótesis acerca de Córdoba como casa, hogar, tierra, espacio neocultural o como ustedes prefieran, cinco tendencias que de una u otra manera han estado dando vueltas durante estos años. Antes que nada habría que empezar por la idea básica, por momentos hiperdivulgada y por momentos arcaica, de que acá no pasa (ni puede pasar) absolutamente nada valioso. Es una sensación primigenia que aparece por ejemplo cuando alguien dice “siempre va la misma gente a esos eventos” o “eso ya se hizo” o “es una copia de” o “uf, una película cordobesa”. Esta idea está latente y flota como un séptimo sentido en el aire que respiramos, aunque últimamente, por los embates de la nueva literatura cordobesa o la nueva música cordobesa o el nuevo cine cordobés, parece quedar relegada a ser simplemente una idea gruñona y mala onda. La hipótesis 1, entonces, es la de Córdoba como catástrofe cultural y mero accidente geográfico, y funciona a la vez como estigma y secreto a voces. Esta hipótesis tiene su momento de paradoja y privilegio en la inundación de Miramar (una catástrofe convertida en postal) y en los incendios anuales en las sierras (que amenazan convertir el paisaje en humo y cenizas), y aparece de modo lateral en la solitaria y trágica biografía de Vicente Luy y en esa épica y dramática catástrofe familiar llamada “El desierto y su semilla”. Aquí podrían seguir los ejemplos, pero me interesa particularmente recordar los blogs que durante 2006 explotaron en todas partes y que fueron un medio de contacto y guerra contra esta hipótesis de parte de muchos artistas que residían en la provincia y, antes que eso, la editorial La Creciente, que editaba unos hermosos libros pequeños, con tapas coloridas en donde no se podía leer ni el nombre de la obra ni del autor. El logo de esa editorial era un hombrecito sentado con una caña de pescar en el techo de una casa tapada a medias por la crecida. Leído desde esta hipótesis, ese hombrecito estaba solo, el hogar era la catástrofe y el nombre de la editorial se refería a esos momentos en que el agua se lleva por delante lo poco que queda de las cosas.

2. Es cierto que la semilla en el desierto bien puede estar sugiriendo un espacio de esperanza y excepción en el marco de una desolación mayor, y es aun más cierto que ahí está el cuarteto como una industria cultural específicamente cordobesa, e incluso es fácil recordar esa campaña de los demagogos de turno que rezaba “Córdoba sabe”. También correspondería pensar otra vez en el logo de la editorial La Creciente, donde el hombrecito está trepado en un techo, sumido en la catástrofe natural, solo, sin más compañía que el agua. De tal modo, la hipótesis 2 es que Córdoba es una isla, de hecho hasta podría decirse que es una isla rodeada no de agua, sino de sierras y campos de soja. Esta idea puede tener su costado antipático (provincianismo, falta de reconocimiento), pero también su encanto: nada es acá como en otra parte, el espacio es un lugar de retiro, un territorio salvaje que crea sus propias reglas, etcétera. El escritor Juan Terranova durante años habló de Córdoba como la Dublín del cono sur, trazando una similitud entre estas tierras e Irlanda, de donde salieron U2, My Bloody Valentine, Van Morrison y asombrosos escritores como Oscar Wilde, James Joyce, Samuel Beckett y John Banville. La virtud de esta comparación es que recuerda el extracto católico de ambos lugares; el problema es que al lado de esta isla está La Isla, el territorio mayor donde los ingleses hacen sarcasmos a la hora del té, se burlan de sus vecinos y le ponen el nombre a las cosas, lo que remite indirectamente a la desigual distribución del poder de consagración en el falso federalismo cultural argentino donde “la posta está en Buenos Aires” (casualmente, el hombrecito del logo de La Creciente mira hacia el este). En relación con esta noción de “isla” y de la marea de novedades artísticas o argucias políticas fue que llegó a ponerse de moda la palabra “cordobés” y la mención de regionalismos o realismos estéticos contemporáneos para hablar de las obras de escritores locales, como si se escribiese y produjese desde el interior “profundo” con tierra en la boca. Esto implica entender a Córdoba como un espacio aislado de los demás, una especie de milagro o volcán que “da la nota”. Es también una idea turística muy simpática que crea un lugar distinto y lo separa, para beneficio de los ciudadanos, los consumidores y los paseantes culturales. Estoy produciendo desde la periferia de la periferia, recuerdo que alguien dijo una vez, y se quedó callado, mirando el cielo cordobés. Seguir leyendo

Keynesianismo literario

Guillermo Vazquez, en DEODORO Octubre, 014

La querella de las generaciones, el problema de la sustentabilidad de la industria, ciertas imposturas o sobreactuaciones –y su contraparte, el cinismo absoluto–, la necesidad de la crítica, las complejas relaciones entre derechos y consumos, las recuperaciones simbólicas que no necesariamente tienen valor económico, la inflación mediática de ciertos objetos, el ego de otros cuantos. No, la lista esbozada no habla directamente sobre los tópicos de la última década y su fuerza política mayoritaria, aunque parezca. Son los que aquí pensamos que pueden tener, también, operatividad para pensar algunos ejes de lo que ocurre hoy en la literatura argentina, digamos, federalmente. Y asentarlo sobre todo en Córdoba, pero no con impostado orgullo de fiesta patria escolar –como a veces se enarbola aquí y allá, en tantos ámbitos, y quizás Deodoro a veces tampoco pueda evitar ese embrujo–, sino más bien como problema.

                En el número pasado, Deodoro publicó un dossier sobre consumos culturales. El diseño gráfico de su exterior y su interior establecía algunas pautas para cruzar lugares vinculados a la cultura que solían ostentar cierta sacralidad –centros culturales, galerías de arte, etc.– con logos de multinacionales (Carrefour) y empresas locales (Coto) dedicadas a la comercialización de diversas mercancías. Hay muchos modos de encarar ese vínculo entre masividad y cultura. Pero no es fácil en Argentina encontrar formas aptas para diferenciar correctamente entre “derechos” y “consumos”. Están, de varias maneras, implicados –por ejemplo, se habla de un “derecho al consumo”, y de derechos del consumidor–, confundidos, un poco incómodos también. Seguir leyendo