Por Pablo Natale en DEODORO Octubre, 014
1. A continuación me gustaría relevar cinco hipótesis acerca de Córdoba como casa, hogar, tierra, espacio neocultural o como ustedes prefieran, cinco tendencias que de una u otra manera han estado dando vueltas durante estos años. Antes que nada habría que empezar por la idea básica, por momentos hiperdivulgada y por momentos arcaica, de que acá no pasa (ni puede pasar) absolutamente nada valioso. Es una sensación primigenia que aparece por ejemplo cuando alguien dice “siempre va la misma gente a esos eventos” o “eso ya se hizo” o “es una copia de” o “uf, una película cordobesa”. Esta idea está latente y flota como un séptimo sentido en el aire que respiramos, aunque últimamente, por los embates de la nueva literatura cordobesa o la nueva música cordobesa o el nuevo cine cordobés, parece quedar relegada a ser simplemente una idea gruñona y mala onda. La hipótesis 1, entonces, es la de Córdoba como catástrofe cultural y mero accidente geográfico, y funciona a la vez como estigma y secreto a voces. Esta hipótesis tiene su momento de paradoja y privilegio en la inundación de Miramar (una catástrofe convertida en postal) y en los incendios anuales en las sierras (que amenazan convertir el paisaje en humo y cenizas), y aparece de modo lateral en la solitaria y trágica biografía de Vicente Luy y en esa épica y dramática catástrofe familiar llamada “El desierto y su semilla”. Aquí podrían seguir los ejemplos, pero me interesa particularmente recordar los blogs que durante 2006 explotaron en todas partes y que fueron un medio de contacto y guerra contra esta hipótesis de parte de muchos artistas que residían en la provincia y, antes que eso, la editorial La Creciente, que editaba unos hermosos libros pequeños, con tapas coloridas en donde no se podía leer ni el nombre de la obra ni del autor. El logo de esa editorial era un hombrecito sentado con una caña de pescar en el techo de una casa tapada a medias por la crecida. Leído desde esta hipótesis, ese hombrecito estaba solo, el hogar era la catástrofe y el nombre de la editorial se refería a esos momentos en que el agua se lleva por delante lo poco que queda de las cosas.
2. Es cierto que la semilla en el desierto bien puede estar sugiriendo un espacio de esperanza y excepción en el marco de una desolación mayor, y es aun más cierto que ahí está el cuarteto como una industria cultural específicamente cordobesa, e incluso es fácil recordar esa campaña de los demagogos de turno que rezaba “Córdoba sabe”. También correspondería pensar otra vez en el logo de la editorial La Creciente, donde el hombrecito está trepado en un techo, sumido en la catástrofe natural, solo, sin más compañía que el agua. De tal modo, la hipótesis 2 es que Córdoba es una isla, de hecho hasta podría decirse que es una isla rodeada no de agua, sino de sierras y campos de soja. Esta idea puede tener su costado antipático (provincianismo, falta de reconocimiento), pero también su encanto: nada es acá como en otra parte, el espacio es un lugar de retiro, un territorio salvaje que crea sus propias reglas, etcétera. El escritor Juan Terranova durante años habló de Córdoba como la Dublín del cono sur, trazando una similitud entre estas tierras e Irlanda, de donde salieron U2, My Bloody Valentine, Van Morrison y asombrosos escritores como Oscar Wilde, James Joyce, Samuel Beckett y John Banville. La virtud de esta comparación es que recuerda el extracto católico de ambos lugares; el problema es que al lado de esta isla está La Isla, el territorio mayor donde los ingleses hacen sarcasmos a la hora del té, se burlan de sus vecinos y le ponen el nombre a las cosas, lo que remite indirectamente a la desigual distribución del poder de consagración en el falso federalismo cultural argentino donde “la posta está en Buenos Aires” (casualmente, el hombrecito del logo de La Creciente mira hacia el este). En relación con esta noción de “isla” y de la marea de novedades artísticas o argucias políticas fue que llegó a ponerse de moda la palabra “cordobés” y la mención de regionalismos o realismos estéticos contemporáneos para hablar de las obras de escritores locales, como si se escribiese y produjese desde el interior “profundo” con tierra en la boca. Esto implica entender a Córdoba como un espacio aislado de los demás, una especie de milagro o volcán que “da la nota”. Es también una idea turística muy simpática que crea un lugar distinto y lo separa, para beneficio de los ciudadanos, los consumidores y los paseantes culturales. Estoy produciendo desde la periferia de la periferia, recuerdo que alguien dijo una vez, y se quedó callado, mirando el cielo cordobés. Seguir leyendo
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