Keynesianismo literario

Guillermo Vazquez, en DEODORO Octubre, 014

La querella de las generaciones, el problema de la sustentabilidad de la industria, ciertas imposturas o sobreactuaciones –y su contraparte, el cinismo absoluto–, la necesidad de la crítica, las complejas relaciones entre derechos y consumos, las recuperaciones simbólicas que no necesariamente tienen valor económico, la inflación mediática de ciertos objetos, el ego de otros cuantos. No, la lista esbozada no habla directamente sobre los tópicos de la última década y su fuerza política mayoritaria, aunque parezca. Son los que aquí pensamos que pueden tener, también, operatividad para pensar algunos ejes de lo que ocurre hoy en la literatura argentina, digamos, federalmente. Y asentarlo sobre todo en Córdoba, pero no con impostado orgullo de fiesta patria escolar –como a veces se enarbola aquí y allá, en tantos ámbitos, y quizás Deodoro a veces tampoco pueda evitar ese embrujo–, sino más bien como problema.

                En el número pasado, Deodoro publicó un dossier sobre consumos culturales. El diseño gráfico de su exterior y su interior establecía algunas pautas para cruzar lugares vinculados a la cultura que solían ostentar cierta sacralidad –centros culturales, galerías de arte, etc.– con logos de multinacionales (Carrefour) y empresas locales (Coto) dedicadas a la comercialización de diversas mercancías. Hay muchos modos de encarar ese vínculo entre masividad y cultura. Pero no es fácil en Argentina encontrar formas aptas para diferenciar correctamente entre “derechos” y “consumos”. Están, de varias maneras, implicados –por ejemplo, se habla de un “derecho al consumo”, y de derechos del consumidor–, confundidos, un poco incómodos también.

                El cine, el stand up, la literatura, la música, el teatro, y otras expresiones culturales, tienen ya decenas de editoriales, mercados, público, productores. No es que antes no lo haya habido, ni que haya sido detenida su asiduidad productiva, pero desde hace una década, pongamos, han tenido un crecimiento exponencial. Es, a su modo, una industria más. Varios factores en el medio pueden aducirse como causas eficientes. Vayamos a la literatura, el caso del dossier de este número de Deodoro. Está claro que no es semejante la cantidad de recursos materiales y económicos que hay en la literatura cordobesa en comparación, por caso, con el perseverante cine cordobés de los últimos pocos años. Es sabido que pasa mucho tiempo usualmente (dependiendo el caso, pero puede variar décadas) hasta que un escritor puede vivir solamente de –seamos un poco solemnes– “su obra”; o los “derechos” de su obra (con los cineastas también). Y sin embargo, no ya en nuestro circuito, sino en el monstruo social y mediático que fue establecido como capital del país, hay críticos literarios, editoriales, suplementos culturales y otros lugares de circulación de la literatura, que comienzan a hablar de una generación de escritores cordobeses –a hablar de escritores cordobeses como una generación–, a darle una relevancia (fundada en su calidad literaria) que hacía un tiempo largo que no se le daba. En esa atribución capitalina, como si la ceremonia del sacerdocio porteño fuera dadora de vida, reside uno de los problemas mayores.

                No es posible, a esta altura del partido, negar que buena parte de las discusiones, debates, lecturas y escrituras que pasan por la web –y su brazo armado: las redes sociales– toman una intensidad que prácticamente convierten a ese mundo virtual en ineludible, al menos para los fines de tener un “estado de la situación” de la literatura cordobesa actual. Allí se podrán rastrear los inicios de un libro luego publicado en papel, o parte esencial de las discusiones sobre algún otro libro o poema cuya reseña no verá ninguna página en papel de ningún suplemento literario. Sin embargo –y estaríamos lejos de dar un panorama acabado–, no ha proliferado mucho la polémica. La crítica, incluso la más feroz, ha sido tal vez un viejo modo del crecimiento de la literatura argentina, causa también de su avance (si es esto posible), de fijar ciertas novedades en la lengua que a veces pasan desapercibidas. Si en política, la tarea a futuro (decimos 2015) será para todo el mundo cerrar filas, disciplinar a la tropa y avanzar en conjunto por más alergia que produzcan ciertos vínculos, en literatura hace falta una gran densidad de polémicas al interior de la escena literaria cordobesa. Entre diversas generaciones, estilos, temas y posturas. La recordada hipótesis viñezca de que la literatura argentina nace de una violación, aquí debería resurgir con el cuchillo sangrante que recorre el cuello entre hermanos.

 

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