Deodoro anima tu fiestita

por Guillermo Vazquez

Hace exactos cinco años, Deodoro salía a la venta por primera vez. Y desde 2013, con un formato de revista distinto, sin columnas fijas, donde un tema (dossier) vertebra las primeras páginas. No es fácil elegir este tema, tampoco armarlo. Puede haber buenos temas pero no damos con quiénes los escriban. Aunque a veces hay temas imposibles de ser escritos –o al menos nosotros no concebimos sus escritores posibles– bajo una modalidad que no sea la obviedad, la corrección política o el academicismo abstruso protegido por citas. Otras veces la combinación posible de escritores y abordajes del tema no es la buscada: es como si algo sonara mal, desajustado, sin ensamble alguno (claro, sin tener el mérito de ser música atonal o poesía dadaísta).

Hoy la idea de una revista de cultura o suplemento cultural es, en general, pensada no desde las “artes” que participan en el mismo, sino desde el lugar en que ciertos “objetos” –les pido perdón por esta palabra, compañeros– son “tratados” (por ésta también). Todo esto sin contar, tema mayor, el litigio con los autores de los textos: sus reclamos, quejas, formatos innegociables –muchas veces con razón. Porque, como respondió Pepe Mujica a un entrevistador catalán, uno no es un rey que hace lo que quiere.

Los temas del dossier que hemos elegido en los anteriores números hasta acá varían en asuntos de coyuntura –y estructura– social y política (seguridad, tierra, urbanidad, periodismo) con otros más esperables en un suplemento cultural décadas atrás (cine, literatura, o el caso de este número 57). Siempre haciendo una apuesta, aunque no cerrada en sí misma, por la escena cultural cordobesa. Las muy buenas revistas Crisis, Paco o Panamá, o en nuestro medio la recordada La rana, cuentan con mucho talento y, sobre todo, con límites muy distintos a los nuestros. Intuyo que límites más acotados. “Objetos” como el porno producido en el conurbano, una furiosa crítica al massismo, la princesita Karina como sujeto cultural del kirchnerismo, y así.

Buena parte de esa impugnación de las jerarquías entre supuestas “alta” y “baja” cultura, fue legitimada como estética la denominada “poesía de los 90”, producida en pleno auge neoliberal sobre todo en Buenos Aires, pero también por tantos poetas de todo el país que hoy no pueden dejar de escribir como si aquella poética no hubiese producido una conmoción en la forma de escribir poesía. La “tribu” referida en Vencedores Vencidos –y sostenida en muchos poemas de esa generación– venía de un poema de Mallarmé. Los supermercados chinos se mezclaban con Ezra Pound, Leónidas Lamborghini o las consignas de las organizaciones de los 70. Un buen ejemplo de aquella época es el de la revista de poesía 18 whiskys (que tituló “Joaquín Giannuzzi anima tu fiestita” un especial sobre el poeta de Violín Obligado).

Siendo parte de una institución pública –también podríamos incluir a Anfibia, la revista de la UNSAM–, las cosas parecen complicarse un poco más para Deodoro. Muchas encuestas hablan –aunque convengamos que el sujeto de enunciación de las encuestas es, por lo menos, oscurode un “prestigio” inigualable de la Universidad Pública cordobesa, de una cierta legitimidad (científica, social, institucional) que podría tornar incómodo un proyecto como el de esta revista. Sin embargo, un signo de la época en que vivimos en Latinoamérica es que se han desacralizado –es decir, se les ha develado, como descubriendo un iceberg, su condición política– los que parecían mantos sagrados e infalibles: Poder Judicial, medios de comunicación, Iglesias, encuestadores, instituciones de diverso tipo –policía, AFIP, asociaciones empresariales, sindicales–. El sistema universitario, claro, no tenía por qué mantenerse afuera de ese proceso de politización. Diría incluso que la posibilidad de estar dentro de ese núcleo concebido políticamente fue una búsqueda del mismo.

El riesgo de correr esos velos son, creo, por un lado el cinismo y por otro la guerra: en estos dos casos, ninguna discusión es posible. Lo que también debería comprenderse es que tanto el cinismo (como desencanto absoluto o provocación sin mediación alguna), como la concepción de la cultura como una guerra que lleva al apartamiento de cualquier otro que no es uno, no deben ser cuestionados solo por motivos estratégicos o moralistas. La distancia con estos tenores es una ética que llama a no renunciar a una pluralidad que permita discutir; una ética que al fin y al cabo es un modo de ser, de estar: una manera de animar la fiesta.

ilus-EDITORIAL

Vender arte es hermoso

Vender arte es hermoso

La Feria de Galerías que se extiende entre el Cabildo y la explanada de Plaza San Martín tuvo su tercera edición entre el 19 y el 23 de agosto. Reflexiones cruzadas sobre Mercado de Arte y práctica artística.

 Por Lucas Di Pascuale

(Artista y docente)

Al tiempo que escribo tiene lugar en nuestra ciudad Mercado de Arte, una feria de arte contemporáneo organizada por la Municipalidad de Córdoba y la Fundación Pro Arte Córdoba. La feria reúne el esfuerzo de un importante número de artistas, gestores, curadores y galeristas locales; también participan espacios de Misiones, Rosario, San Juan, Tucumán, Las Varillas y Ciudad de Buenos Aires. Me pregunto ¿cuáles son las expectativas de cada uno de los participantes? Arriesgo que seguramente tienen que ver, en su mayoría, con la venta de lo expuesto, también debe resultarles interesante dar a conocer el trabajo propio, conocer el de colegas y descubrir nuevos espacios de circulación.

Soy artista plástico, estudié arte en la Universidad Nacional de Córdoba, donde actualmente doy clases. Mi práctica docente dialoga con la práctica profesional que realizo en paralelo a la docencia, la cual consiste en producir arte. Cada año redacto un informe –que la Universidad me solicita– donde en uno de los ítems doy cuenta de mi práctica artística, como si la institución estuviera pendiente de ella.

Una feria suele ser un momento particular, donde la oportunidad de comprar y vender está jerarquizada, donde lo expositivo tiene sentido, principalmente, en función de esa posibilidad de intercambio económico. Aunque las ferias de arte no son sólo espacios de compra y venta, la mayoría del público va fundamentalmente a ver. Mercado de arte tiene lugar en torno a la Plaza San Martín y el ingreso es libre, por lo cual una gran cantidad de público –muchas veces casual– es partícipe de la actividad.

El sentido de mi producción artística esta relacionado con ciertas indagaciones que me son vitales. Desde mi punto de vista, producir arte tiene que ver con indagar y la docencia en artes –cuando intenta incentivar la producción– tiene que ver con ayudar a cada estudiante a descubrir sobre qué y cómo indagar.

Varias zonas conforman la feria Mercado de Arte. El sector principal es el de aquellas galerías que se presentan como las más consolidadas. Aunque teniendo en cuenta lo poco desarrollado que está el mercado de arte en nuestra ciudad, es difícil asegurar que la totalidad de estas galerías esté consolidada. La pintura es mayoritaria en este sector que resulta espacioso desde lo expositivo y también desde la circulación, comparado con otros sectores y con su misma versión del año anterior. La cantidad de trabajos expuestos parece infinita, los de Ricardo Tschamler (Munich 1907- Córdoba 2000) son de los que más disfruto, sus pinturas describen paisajes de campo, pueblos que parecen estar en los márgenes de selvas que no integran la imagen pero la alimentan. Pueblos habitados por humanos, animales y la mezcla de ambos. Pinceladas muy presentes y colores interminables, siempre invadidos unos por otros.

Como artista considero –aún cuando el público sea numeroso– que una feria de artes no es un lugar significativo desde lo expositivo. Aquellas indagaciones que sustentan el sentido de mi producción requieren ciertas condiciones expositivas para aparecer con relevancia. Condiciones que nada tienen que ver con la situación de feria; en la cual, como es lógico, las propuestas expositivas albergan numerosas producciones en espacios reducidos.

En segundo lugar la feria cuenta con Zona Bonino, constituida por espacios diversos, emergentes y auto gestionados por artistas en la mayoría de los casos. Algunos cercanos y otros no tanto al formato de galería de arte. Igualmente, se trata siempre de espacios destinados a la venta de producciones artísticas. Aquí la circulación –al igual que en 2014– es algo compleja ya que los espacios son más acotados y los abarrotamientos expositivos más comunes. A veces cuesta distinguir unas producciones de otras, que por lo general son de formatos pequeños intercalando objetos, fotografías, dibujos y pinturas. En Bonino las piezas de Sara Fernández –joven artista catamarqueña que reside en Córdoba– me impactan por sus detalles. Objetos de cerámica o que mixturan la cerámica y lo textil, suelen representar seres a descubrir entre un enjambre de formas coloridas y ornamentadas con motivos de escalas disímiles.

Si las prácticas profesionales son reconocidas como tales al propiciar como contrapartida una retribución económica, el arte que produzco sería considerado una práctica profesional al ser vendido. Lo cual ocurre, pero sólo a veces. De todas formas ese “a veces” tiene una gran significación que seguramente modifica mi relación con la práctica artística.

Podemos agregar que varias zonas anexas, próximas a la Bonino desde su ubicación y su carácter, constituyen un tercer espacio en la feria. Zona Editada, lugar de cruce entre experiencias editoriales y de divulgación de contenidos escritos y gráficos. Fuera de Foco, un espacio dedicado al video arte. Y Espacio Auditorio, constituido por un ciclo de charlas donde se abordan temas relacionados a las prácticas artísticas contemporáneas, la curaduría, las residencias de arte y el coleccionismo.

Más allá de las diversas zonas que conforman Mercado de arte, de las iniciativas que amplían su sentido, incentivan el debate y tensionan las prácticas artísticas, me pregunto ¿qué debería esperar de una feria de galerías de arte? Se trata simplemente de incentivar el mercado, de que algunas producciones se crucen con el deseo de un comprador. De recibir una retribución económica a cambio de lo producido. Seguramente es poco y mucho al mismo tiempo. Poco desde las grandes problemáticas que contiene nuestra práctica artística, poco desde las necesidades expositivas que nuestras producciones requieren. Mucho, en una ciudad donde los artistas plásticos son siempre mayoritariamente jóvenes, ya que las situaciones de la vida cotidiana van minando nuestras prácticas.

Ahora bien, una feria de arte no debería convertirse en el evento más importante del arte de un país o de una ciudad. Nuestras prácticas artísticas necesitan como contrapartida, no sólo una retribución económica, sino también y fundamentalmente una mirada crítica que les permita crecer. En una feria las valoraciones sobre nuestra producción –inclusive las propias, las de cada expositor– no aparecen desde esa mirada crítica, tienen que ver casi siempre, con la efectividad de las ventas.

Vender arte es hermoso. Considero que desacraliza mi producción, iguala mi práctica con otras profesiones y trabajos. Cuando expongo, tomo distancia de lo que hago, soy un espectador más. Esa distancia es un alimento fundamental para nuevas indagaciones. Con los trabajos afuera de mi espacio de producción es más fácil olvidarme de lo que soy, de lo que hago. En olvidarme está la posibilidad de volver a buscarme y ampliar los márgenes de mi hacer. Igualmente, el desafío siempre estará –con o sin ventas– en aquello que intentamos en el aula: descubrir qué y cómo indagar

.Vender arte es hermoso menor. Lucas Di Pascuale

CARTA IMPROVISADA Y ABIERTA A ROGER KOZA

Matías Herrera Córdoba

Director de cine – Miembro de Cine El Calefón, productora de cine y tv.

No es ajena a esta publicación la discusión que desde hace ya un tiempo atraviesa el quehacer de todos aquellos vinculados al cine en Córdoba. ¿Hay un cine que represente a nuestra ciudad? Pero antes de ello, ¿de qué hablamos cuando hablamos de cine?

Estimado Roger Koza,

antes que nada quiero agradecer tus ganas de acompañarnos en los diez años de Cine El Calefón. No vamos a festejar el tiempo sino el trabajo, que no son más que las películas, los proyectos, los debates que hacen a lo colectivo, a la manera de hacer y pensar el cine, difícil de explicar por  la metamorfosis constante.      

En este tiempo no estuvimos solos en Córdoba, la transformación de pensar en la posibilidad de hacer cine y llegar hoy con tantos films y que se hable de un “cine cordobés” fue un gran proceso. Ya mucho se ha escrito sobre el tema, incluso respondí varias entrevistas sobre lo que a mi modo de ver no es un “movimiento” sino un “fenómeno”, y ahí están ustedes los críticos, los técnicos/artistas, los cineclubistas, la universidad, el cinematógrafo, las productoras, APAC (Asociación de Productores Audiovisuales de Córdoba) y los espectadores. Otra característica, el fenómeno no mira a Buenos Aires, tiene su propia dinámica.

Cuando se publicó la nota de Sergio Schmucler en el diario de izquierda, sentí un alivio, algo estaba siendo cuestionado en Córdoba, se lo agradecí: por fin luego de tantos años se abría un debate, el primer debate del llamado «cine cordobés». Pero por su planteo descalificador hacia los films, los festivales, los críticos, etc, la reflexión fue escasa y mucha la opinión. Me cuentan que en el último Festival de Cine de Cosquín, en la charla sobre cine cordobés pasó algo similar a la repercusión de la nota. Y me pregunto si no es que estamos necesitando un papel más activo de parte de los que ejercen las críticas. Me acuerdo lo que sucedió en la presentación del ciclo de Chantal Akerman en el Cineclub La Quimera, donde presentaste a la directora contando hasta por qué la cámara tendía a ir de izquierda a derecha. Ese gesto fue tan grandioso para quienes éramos espectadores, porque no fue explicar el film sino ayudar a mirar el cine de Chantal. Y quizás es ese gesto el que nos está faltando en las críticas de los films de Córdoba.

También me contaron que en la charla de Cosquín dijiste que “El grillo” era una película fallida, luego me llegan tus disculpas por la expresión. Igualmente me seduce la palabra, me despierta, me siento interpelado, pienso en la sintaxis «película fallida» o «fallida película». Me cuestiono, pienso en El grillo, en que no fue otra cosa que filmar eso, lo fallido. Y de allí esta carta para proponerte, parafraseando a Farocki en «desconfiar de las imágenes», que elevemos nuestro propio pensamiento hasta el nivel de las imágenes fallidas (esas que el crítico juzga, esas que el director filma), elevemos las imágenes fallidas hasta una tarea: el debate.

Lo fallido”. Filmar no es contar historias, es mucho más que eso, es entre otras cosas, encontrar las grietas que hacen que no repitamos falsas promesas, falsas ilusiones (dejemos ese espacio vicioso a la publicidad que tan bien se ocupa). Realmente creo en lo fallido, lo que se genera desde ese lugar incómodo a veces. Me cuesta detenerme en otro lugar, puede ser un poco conservador de mi parte, pero recuerdo las toneladas de papas deformes que desechan en Francia y Agnès Varda va allí, a esa montaña de papas y encuentra las que tienen forma de corazón, uno de los momentos más hermosos que me dio el cine. Y están las grietas de una pared, lo que la hace fallida ante una pared impecable, y mi observación está allí, donde aparecen las preguntas: cómo es que está esa grieta que a nadie le molesta, cómo se hizo, quién la hizo, qué materiales tiene la pared, acaso fue un temblor o la hicieron mal, etc, etc.  Esto mismo me sucede con las películas, con las personas/personajes, si no me hacen dudar en nada es porque están más cerca de la publicidad, son las películas con 0% de calorías.  Mi observación es política: sobre lo fallido no puedo más que experimentar hacia algo que seguramente también tendrá grietas y que generará otra observación.  

 De ese lugar fallido es que puedo hacer una experimentación estética política artística. Sino cómo contar Criada, Buen Pastor o el El grillo. Cómo hablar de la opresión, de la libertad, de la ausencia o de la soledad. No es un cine que el resultado es sólo una búsqueda, para nada. No creo justo que un espectador vaya a ver un film y vea un ejercicio, sería como escuchar un músico o ver un actor ensayando, que no es lo mismo que improvisando, porque para esto último hay que saber decidir jugar.   

No estoy hablando de gustos, estoy hablando de preocupaciones, de desafíos hacia y con el cine. ¿Por qué tres personas se tiran al suelo a hacer confesiones psicoanalíticas existencialistas? Quizás porque no pueden contar más que lo que sienten, porque no pueden hablar del otro y mucho menos de los otros. Para llegar acá primero vivo la experiencia, la documento, luego lo trabajo, lo proceso y quizás recién en ese momento lo filmo.  ¿Y la toma? una necesidad sin cortes, hasta que llega el momento final, que quizás no es más que una despedida anticipada en el film. Un cine que no está lleno de respuestas, un poco incómodo, pero no ajeno. Y un cine que tiene un director, pero tiene un equipo al costado, no detrás, y esto marca una diferencia no sólo en el cómo se hace sino en qué es la película.   

Al filmar vamos por aquello que sólo el cine puede transmitir: la imagen y el sonido como obra, como aquello que necesita ser interpretado, cuestionado, interpelado.

Me causa temor lo que está sucediendo con la crítica, ¿la industria de la crítica?. El hablar de todo, de los cánones, de las estrellas, el callar para ciertos films, el escribir cuando otro escribe. ¿Acaso importa más la cantidad de films que un crítico vio que lo que escribe sobre ellos? Jóvenes viejos (diría Juan José Gorasurreta) no vomiten al espectador, piensen antes de filmar un sólo fotograma (quedando en el tiempo el fotograma, pero no el sentido de la frase). Y le dice a los críticos: escriban sobre los films, no los describan. Y es que no veo otra forma Roger de que debatamos el fenómeno del cine cordobés a partir de la interpelación, y si no viene de la crítica no veo de dónde pueda surgir. Ya ves, de una palabra un pensamiento del cine que creo y el que hacemos. Saludos y gracias.

Matías Herrera Córdoba

Director de cine – Miembro de Cine El Calefón, productora de cine y tv.

Carta improvisada y abierta a Roger Koza. Los cosechadores y yo. Agnés Varda

Zéppelin Teatro: 20 años

Un teatro que se propone cuestionar los modelos. Y construir otro arte, en una nueva sociedad. 

Por Mariano Pacheco

Contaba con 29 años cuando fundó Zéppelin Teatro. Y si bien tuvo un paso por la carrera de Cine y Televisión en la Universidad Nacional de Córdoba y cursó el seminario Jolie Libois (y durante los últimos años, también en la UNC, cursó algunas materias de la carrera de Antropología), su característica principal es ser autodidacta. Su aproximación al teatro se produjo de la mano de los talleres de la Biblioteca Popular Alberdi y los Festivales Latinoamericanos de Teatro, siendo muy joven. También podría decirse que se formó en el marco de una generación a la que el punk le marcó un camino: casetes de Sex pistols y The Clash, recitales, y por supuesto, cierto errar por las calles de Córdoba y el mundo, porque Jorge Villegas, director del grupo, pasó varios meses viviendo en España, Buenos Aires y San Pablo, allá por el cambio de siglo. Y junto con Zéppelin, supo viajar a varios países (Bolivia, Chile, Paraguay y Ecuador) convidando su dramaturgia.

Pasaron dos décadas y, de los primeros integrantes –junto con Villegas– solo quedó Diego Trejo. Aunque en la actualidad el grupo tiene entre sus filas, también, a los actores Rodolfo Ossés, Matías Usain, Santiago San Paulo, Rubén Gattino (de San Francisco), Ulises Palacio y el músico Cruz Zorrilla. Laura Ledesma es la única “chica” del grupo, aunque Villegas aclara que se encuentra inmerso en un proyecto que el año que viene pondrá en los escenarios a varias actrices.

El 2015 empezó con todo. En marzo, como vienen haciendo desde hace siete años, el grupo organizó (conjuntamente con los ex Centros Clandestinos de Detención) una nueva edición del “Escena y Memoria”, evento que cruza teatro y poesía con Derechos Humanos.

Entre mayo y julio de este año, para festejar sus 20 años de existencia, Zéppelin Teatro organizó un ciclo de reposiciones y reestrenos de obras, que se llevó adelante en tres salas de la capital provincial: La Parisina, La Chacarita y La Luna, en los barrios Alberdi, Güemes y Pueyrredón, respectivamente. Las actividades comenzaron el 1° de mayo, cuando el grupo organizó, bajo el lema “Teatro, Poesía y Lucha de Calles”, un locro para conmemorar el Día Internacional de los Trabajadores. Ese mes se repusieron “Retrato de un hombre invisible” (“la obra que retoma la figura del guerrillero Charlie Moore, quien tras ser brutalmente torturado se convirtió en asesor del aparato represivo) y “Tosco”, que continuó al mes siguiente, debido al éxito que tuvo en sus primeras cuatro funciones.

En junio, el grupo llevó a los escenarios “Argentina Hurra! (pensé que se trataba de cieguitos)” y “KyS”, obra que tuvo su última función el viernes 26 de junio, día en que se cumplieron los 13 años de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Organizada junto al Encuentro de Organizaciones, la secretaría de Cultura del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación (CISPREN), el Centro Cultural Somos Viento de la ciudad de San Francisco y el Colectivo Manifiesto (quienes realizaron una muestra fotográfica sobre los conflictos sociales en la Córdoba actual), ese día, junto con la obra, el grupo realizó una jornada en conmemoración por la “Masacre de Avellaneda”, en la que también participaron otros teatristas, escritores, periodistas y poetas. En julio, el ciclo cerró con la realización de ocho funciones de “Informe mono”, una adaptación de “Informe para una academia”, el cuento de Franz Kafka.

De Agustín Tosco a Kosteki y Santillán

Protagonizada por Matías Unsain y Ulises Palacios, “Tosco” parte de la figura del dirigente del emblemático sindicato de Luz y Fuerza para dar cuenta de la experiencia de toda una generación, en un episodio clave de unidad entre el peronismo y la izquierda revolucionaria. En la obra de Alejandro Finzi, adaptada por Villegas, Tosco es visitado en la cárcel de Rawson por un bicho de luz, una luciérnaga (Saturnino), y en medio de una situación de delirio, de fiebre y sudor de esa madrugada del 15 al 16 de agosto de 1972 (previa a la denominada “Masacre de Trelew” del 22 de agosto), Tosco conversa con el bicho de luz, con su compañero de celda, con sí mismo, quién sabe. Repasa momentos fundamentales de su vida y de la vida política de Córdoba. Los sueños de Tosco se confunden con quienes horas más tarde serán fusilados. Los sueños de ayer se entremezclan con los de hoy, el público con los actores, la dirección de la obra con la de los destinos de quienes en el presente pretenden, como los masacrados de ayer, construir una nueva sociedad.

En “KyS”, Rodolfo Ossés y Diego Trejo trabajan sobre las figuras de Kosteki y Santillán, los jóvenes militantes asesinados mientras participaban del intento de bloquear los ingresos al puente Pueyrredón.

Modelo. La palabra modelo me distrae. La palabra modelo me atrae. La palabra modelo me contrae. Modelo. Contractura. Modelo es igual a contractura. Soltura no. Contractura. Yo no soy un modelo. ¿Quién es un modelo? Modelo publicitario. Modelo económico. Modelo es raro. Modelo es feo. Yo no soy un modelo…”, puede escucharse en boca de uno de los actores. La pieza se aleja así del canon realista y apunta a la construcción de una poética disruptiva que logra sacar al arte de ciertas expresiones típicas del testimonio y la denuncia, y permite rearmar simbólicamente un episodio conocido pero en otra clave: cuestionando los dispositivos que estructuran la vida, conjurando los modelos sociales hegemónicos.

Máquina de guerra

Zéppelin es como una suerte de máquina de guerra cultural que no para de librar combates. En septiembre, junto con la UNC, continuará con actividades por sus 20 años. En octubre, con los otros colectivos organizadores, participará de la segunda edición de “El Urondo. Festival de Teatro, Política, Sociedad y Poéticas Varias”, que ya se realizó en 2014 y Deodoro supo dar cuenta del evento en una nota anterior. En noviembre, el grupo estrenará “Esdrújula, palabras para Bonino”, una obra con texto original de Marcelo Casarín, donde dos actores Rodolfo y Santiago, serán los dos Boninos de la obra, referencia, cita poética, a la memoria de Jorge Bonino, emblemático actor cordobés de los sesenta y setenta.

En un teatro que pone el eje en funcionar de otra manera (como colectivo cultural con dinámicas asamblearias en la toma de decisiones y discusión política más allá de las propias actividades), Zéppelin ha venido sosteniendo una práctica que se propone subvertir la relación tradicional entre los artistas y su “público”, entre los teatristas y el resto de la sociedad. De allí sus articulaciones con organizaciones sociales, con otros colectivos artísticos y políticos, con las instituciones del Estado, en una provincia que no se caracteriza precisamente por potenciar y fortalecer esta mirada. “Entendemos al teatro como una asamblea. Y además de ser un colectivo de teatro nos entendemos como un grupo de acción política”. Con estas palabras Jorge Villegas, director de Zéppelin, saludaba a quienes se arrimaron a festejar con ellos el inicio del ciclo. Palabras de bienvenida, y tal vez –por qué no– esbozo de un Manifiesto futuro.

todos ph. Rodrigo Del Canto

La muerte digna en Córdoba

muerte digna (1)

El reciente fallo de la Corte Suprema de la Nación (histórico y paradigmático) con respecto al caso de Marcelo Diez, nos hace reflexionar seriamente sobre varias cuestiones “vitales”.

El hombre debería ser respetado como ser humano, aún con valores y creencias muy diferentes entre sí. Valores y creencias que a veces, (en nuestra diversidad cultural) nos cuesta entender. La disparidad de valores, no convierte a los hombres en enemigos morales.

Sin embargo estos conceptos, que son muy claros para la bioética, no siempre se ven reflejados en ciertas leyes que atentan contra la libertad de conciencia, y las libertades individuales.

Marcelo, no hubiera podido morir con dignidad en Córdoba.

En el artículo 5, inciso g (de la ley provincial) reza textualmente: “Medidas mínimas ordinarias: consisten en la hidratación, higiene, oxigenación, nutrición, y/o curaciones del paciente en etapa terminal.”

Esto va a contrapelo de la ley Nacional (26742) sancionada (curiosamente) una semana antes que la provincial, que en un párrafo de su artículo uno, reza: …”También se podrán rechazar procedimientos de hidratación o alimentación cuando los mismos produzcan como único efecto la prolongación en el tiempo de ese estadio terminal irreversible, o incurable.”

¿Qué significa esto? Concretamente que a una persona que padeciera un Estado Vegetativo Permanente, (si la familia así lo solicitase, o si el paciente lo hubiera dejado expresado) no se le podría retirar ni la hidratación, ni la nutrición artificial, mientras que en otra provincia sí.

Recordemos que estos pacientes tienen toda su corteza cerebral muerta. Y ese estado luego de transcurrido un año, de múltiples estudios científicos, es irreversible. Por lo tanto ellos nunca serán capaces de sufrir dolor, tener penas o alegrías, sentirse comunicados con su entorno más cercano o tener la más mínima conciencia de lo que sucede a su alrededor. La única diferencia que los separa de los llamados pacientes con muerte encefálica (posibles donantes de órganos) es que algunas células de la parte inferior de su cerebro (la que comanda su respiración) aún están vivas.

Y podrían estar así por mucho tiempo.

Las partes del cerebro que le proporcionaban el conocimiento y demás sentires, se han convertido en líquido. Y jamás volverán a recuperarse.

Permanecen con las articulaciones entumecidas, rígidos, los movimientos reflejos de la garganta lo hacen vomitar y babear, son incapaces de contener esfínteres, como así también de alimentarse o hidratarse, por medios naturales.

Por estas y otras muchas causas, la familia, luego de un tiempo prudencial, se da cuenta que la persona que está sobreviviendo ha dejado de ser quien era, para convertirse en lo que la familia suele llamarlos: “un cuerpo que respira”.

Suele decirse para defender la ley cordobesa, que no darles nutrientes, sería “matarlos de hambre”. Razonamiento este, que es falaz, ya que estos pacientes no sufren hambre, debido a que no tienen corteza cerebral, motivo por el cual son incapaces de tener cualquier tipo de sensación (hambre o sed), ni sentimiento.

Además como no se pueden alimentar naturalmente, (son incapaces de deglutir) la alimentación es por medio de sondas. Estas acarrean múltiples inconvenientes, como escaras, e infecciones.

Se dice también que el alimento y la hidratación son vitales para todo ser humano, y que es una inhumanidad retirarlos.

Y aquí cabe la pregunta: la sangre… ¿No es un fluido vital?

Entonces ¿por qué permitimos que no se le indique sangre a un testigo de Jehová? ¿Aún en contra de nuestras creencias? ¿No es inhumano?

La sangre es más “vital” que el agua.

Sin embargo, a un ciudadano, haciendo una discriminación poco entendible, le respetamos sus valores, y al otro no. El primero, podría salvarse con sangre y luego vivir una vida saludable, el Estado Vegetativo, jamás se recuperará.

¿Cómo es posible esto?

La respuesta es que actuamos bajo preconceptos, y analizamos de acuerdo a nuestros valores. Decimos ponernos del lado del paciente y hacemos juicios de valor, con nuestra escala de valores, sin respetar la del paciente y/o su familia.

Justamente, para estos casos problemáticos existen los Comités de Bioética Hospitalaria.

No se puede protocolizar temas de vida o muerte, poniendo legislaciones restrictivas, que cercenen derechos. Simplemente, porque queriendo hacer el bien, logramos el efecto contrario. Hacemos morir a la persona indignamente, y no de acuerdo a sus valores.

Ejercemos de algún modo nuestra intolerancia.

Situación similar ocurre con el artículo 23 (en el capítulo VI de la ley cordobesa): “Mujeres embarazadas. En el caso que la declarante fuese una mujer embarazada y en ese estado padeciera una situación de enfermedad terminal, la Declaración de Voluntad Anticipada (DVA) quedará suspendida hasta finalizado el período de gestación.”

Aquí pretendiendo defender derechos de un niño por nacer, se restringen los derechos de la madre, ya que la ley no contempla excepciones.

Ejemplifiquemos: Mujer joven de 25 años, que presenta un embarazo reciente (4 semanas de gestación) con un feto no viable. Se le diagnostica un adenocarcinoma pancreático en estadio terminal, con metástasis hepática, carcinomatosis peritoneal, ascitis, y un cuadro de suboclusión intestinal. La paciente ha manifestado previamente su voluntad, de no recibir ningún tipo de tratamiento, ya que tiene corta expectativa de vida, y ni siquiera podría salvar a su hijo. La ley cordobesa, es tan taxativa, que no le permitiría morir dignamente.

 Resultado: el feto (a quien se pretende proteger con este artículo) moriría de igual manera, ya que no es viable, ni llegaría a serlo. Y la mujer tendría cercenado su derecho a decidir sobre su cuerpo.

Y aquí cabe preguntarnos: ¿No hubiera sido mejor, tratar estos casos dilemáticos, individualmente, sin ser tan tajantes? Para eso están los Comités de Bioética.

Quienes redactaron esta ley: ¿No pensaron en estas posibilidades concretas?

¿No pensaron en los derechos de las mujeres?

Evidentemente no.

Pretendiendo respetar los derechos de la persona por nacer, no se salva a ninguno. Y la madre moriría indignamente.

 La decisión ministerial de formar una comisión de bioética “ad hoc” para estos casos dilemáticos es una acción favorable: pero sus resoluciones no son vinculantes.

Por lo tanto habría que repasar los considerandos del fallo de la CSJN:

Que la solicitud de cese de soporte vital no importa una práctica eutanásica vedada por la ley sino que constituye una abstención terapéutica que sí se encuentra permitida”.

Sin embargo el artículo 5 inc. G y el artículo 23 contrarían el espíritu de la ley. Bajo argumento de protección se está desconociendo un amplio rango de situaciones donde la protección ineficiente vuelve a la muerte más indigna.

Esto va en discordancia clara con la jurisprudencia mundial sobre el tema. Lo dice claramente el fallo. Lo ignora la ley cordobesa.

Ninguno de los doce autores del libro “Muerte digna” fuimos citados para la redacción de la ley.

Muchos expertos cordobeses de bioética tampoco.

No hubo un debate social previo de la misma.

Cabe reflexionar aquí, si la ley refleja claramente (como debería ser el espíritu de toda ley) la moralidad de la mayor parte de la sociedad.

Si no es así… pues en algo habremos fallado.

Y la primera forma de rectificar un error entendible, es empezar por reconocerlo.

Según Daniel Callahan (gran bioeticista norteamericano) uno de los fines de la medicina, es “velar por una muerte en paz”.

¿Lo estamos cumpliendo?

Por Carlos Alberto Soriano

(Fundador del Comité de Bioética del Hospital de Urgencias de Córdoba y coordinador general de los Comités Hospitalarios de Bioética de la Municipalidad de Córdoba. Ex docente de la Cátedra de Bioética de la UNC.)

Se levanta la persiana. Asoma el Teatro Independiente Cordobés.

Por Fwala-lo Marín

El 2015 corre como si no le quedara tiempo, y pasada la mitad del año, un resumen sería extenso. El teatro, lejos de estar ajeno a la realidad cordobesa, se sacó la ropa de entrenamiento, sacudió los trajes del estreno, y salió a invadir las noches. Una impresionante cantidad de obras se presenta cada viernes, sábado y domingo. Incluso jueves, miércoles, o lunes. La Agenda Teatral Córdoba le pone números: en un mes, unas setenta obras están en cartel, y unos 30 teatros prenden las luces y suben las persianas. Desde marzo, el Instituto Nacional del Teatro edita mensualmente una agenda que se distribuye en soporte papel y web, centralizando la actividad teatral en Córdoba, y es un pequeño acontecimiento que afecta sensiblemente a la reunión entre grupos de teatro y espectadores. Encuentro que es, en definitiva, el teatro mismo.

Ciertamente, ha comenzado a hacerse cada vez más notorio un proceso, que para los hacedores y los espectadores habituales, resulta cotidiano. Se produce teatro en Córdoba. Mucho teatro. Diversas propuestas díficiles de encuadrar, en las que los géneros calzan como ropa de supermercado, haciendo que cada obra encienda un universo único. Hay obras que son poesía. Otras son película de acción. Hay puestas que son un cuento, una historia mítica, un salto de dimensión. Hay grupos de teatro capaces de crear en una noche una atmósfera propia, con olores y densidades particulares. Hay teatro que se escucha, donde pierde el reino la visión, sumando nuevos tronos y abriendo nuevas puertas. Otros, al dar sala, ofrecen un territorio de degustación, del paladar y del cuerpo. Hay obras, espectáculos, performances que demandan al público un único riesgo: decidir, esa noche, asistir al teatro.

Nutriendo la escena cordobesa existen unos cuantos directores, actores, dramaturgos, escenógrafos, iluminadores, diseñadores y técnicos de todos los tipos, dramaturgistas, críticos, bailarines, performers, intérpretes. Son una multitud de jugadores. A veces, se reúnen en grupos, o en obras, o en salas. Puede que se hayan formado en alguna de las tres instituciones estatales de enseñanza del teatro: la Escuela Superior Integral de Teatro «Roberto Arlt», el Seminario de Teatro “Jolie Libois”, dependientes del gobierno de la Provincia, o en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba. O bien han aprendido en talleres teatrales de salas, en el encuentro con pares, o en la escuela de la calle. Puede que todas las anteriores sean correctas. Cierto es que para que ocurra una puesta en escena, los hacedores aprenden, entrenan y producen. El espectador asiste, por lo general, al final de un proceso extenso de ensayos, recibiendo los diamantes que el grupo se encargó de encontrar y pulir, para regalar unos cuantos, cada noche.

En un afán de presentar algunos nodos de esta red, sin poder abarcarla por completo, ni mucho menos querer representarla, este dossier levanta la persiana del teatro y se asoma para que los teatristas mismos presenten de qué se trata su trabajo. Jorge Dubatti titula El teatro sabe. Sabe de sí mismo, de sus gajes y oficios, de sus modos de producción, de sus procedimientos, de sus problemáticas y de los modos de afrontarlas. Y lo que no sabe lo imagina, lo intuye. A veces, el teatro cree, aunque parezca extraño creer, tener esperanzas. Entonces, el teatro dice: el público está volviendo al teatro. Y todos decimos amén. Y creemos. Y trabajamos para que esa idea se haga cuerpo. Algunos hasta argumentan, el porqué el espectador está retornando a las salas, a las plazas, o al sitio en que tiene lugar el acontecimiento. Piensan que es por las poderosas fuerzas de la comunicación virtual, que viraliza en las redes sociales las propuestas independientes, o por la agenda teatral que aporta un poco de claridad en el enjambre, eventos de cada fin de semana. O porque estamos haciendo un excelente teatro últimamente. Un par de voces dicen que todo tiene que ver con cómo nos vamos sintiendo como ciudadanosDEO 56 editorial (1).

Europa está forrada de niñadas

Pocos días después de la llegada de Witold Gombrowicz al puerto de Buenos Aires, en Europa se desata la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania invade Polonia. El siniestro presagio sobre el peligro del hundimiento de Europa en la barbarie, que Edmund Husserl lanzó en Viena, en 1935, comenzaba a hacerse realidad de la manera más cruenta. La situación impulsa a Gombrowicz a permanecer en Argentina, inspirando una de sus primeras conferencias en el país, “Regresión cultural en la Europa menos conocida”. Sin embargo, mientras Husserl había conseguido concluir su conferencia efectuando un llamado dramático a luchar por el renacimiento espiritual de Europa, a Gombrowicz le fue dado observar cómo sus palabras terminaron siendo el pretexto para el montaje de un debate de opereta que, mezclando toda clase de intrigas políticas, desbarataba sus ingenuas previsiones: “Yo entonces no tenía aún ni una idea remota de lo que era la Argentina”, escribió en su Diario.

La leyenda de la traducción de Ferdydurke al castellano en las mesas de un bar de Buenos Aires, un caudal ingobernable de anécdotas que lo presentaron como protagonista irreverente de estrafalarios actings y performances, el Diario Argentino (que no es una mera antología localista del Diario) y los tímidos o culpables ecos rioplatenses de un reconocimiento mundial que desde fines de los años cincuenta no dejó de incrementarse, hicieron orbitar a Gombrowicz alrededor de la literatura argentina de una manera persistente y problemática, menospreciada a veces, insoslayable otras. Esto no hubiese sido posible sin algunas operaciones críticas –la ficcionalización incluso– como las de Ricardo Piglia y Germán García, la de Néstor Tirri en La piedra madre o el apostolado de Juan Carlos Gómez con sus gombrowicziadas. Hay que agregar las reediciones de sus libros y de algunos de sus textos menos conocidos (la edición facsimilar de Aurora, cartas, entrevistas, los apuntes del Curso de filosofía en seis horas y cuarto…), las reseñas sobre sus obras, la circulación del trabajo de recopilación testimonial Gombrowicz en Argentina. 1939-1963 y las jornadas y encuentros que apuntalan la figura y el pensamiento del padre del ferdydurkismo, una religión sin preceptos firmes –salvo la observación irrestricta de los códigos atinentes al cultivo de la amistad–, liberal en su cosmovisión y promotora de un dandismo emocional para malogrados financieros y renegados de la burocracia. Son estas operaciones las que pautan el proceso de importación de la obra de Gombrowicz.

Mientras vivió en Argentina, durante veintitrés años, Gombrowicz no dejó de ser un escritor europeo, alguien al que las miradas de los otros, fascinadas o temerosas, indiferentes o perplejas, le revelaban su ajenidad. Tampoco perdía ocasión de insinuarse como tal. Con sus libros y sus entregas a Kultura, una revista de los emigrados polacos en Francia, buscaba a sus interlocutores en Europa, especialmente en París. Medía valerosamente sus ideas con los filósofos europeos modernos y contemporáneos, se declaraba existencialista y solía acertar con agudeza: “Es imposible asumir todas las exigencias del Dasein y al mismo tiempo tomar café con pastas durante la merienda. Sentirse angustiado ante la nada, pero aun más ante el dentista”. Sin embargo, mientras aguardaba a que su fama se extendiese más allá de las fronteras de Polonia, absolutamente confiado de que esto ocurriría tarde o temprano, se convirtió en el primer promotor de la empresa de importarse a la Argentina y de justificar su lugar. Se mostró ajeno a las tendencias de un ambiente cultural al que retrató como el ornamento soso de una gran estancia, engordado hasta la asfixia por el exceso de importación, el relajamiento resultante de la abundancia de recursos naturales y el gusto desmesurado por la politiquería: “¡Ah, si alguien pudiera sacarle del vientre la fraseología a este simpático pueblito! ¡Esa burguesía, que por la noche toma vino y durante el día ‘mate’, es tan plañidera!”.

Gombrowicz tomó distancia de una literatura que juzgó pretenciosa y falsa, europeizante, la del grupo nucleado en torno a Victoria Ocampo y a la revista Sur, en primer lugar; pero también se apartó, con reprobación estética y moral, de los que reclamaban una literatura fiel a las raíces indoamericanas o políticamente comprometida. Forzosamente, este mapa tiene que resultar esquemático, caricaturesco quizás. Un día habrá que comparar el registro de Gombrowicz de su excursión por el río Paraná con las crónicas de Rodolfo Walsh sobre esa misma geografía. Es cierto que Gombrowicz declara que no quiso realizar una descripción objetiva, sino únicamente plasmar sus vivencias personales de Argentina; pero, ¿qué valor otorgarle a la exposición de esas vivencias si, cuando leemos a Walsh, advertimos que el parte sensual de Gombrowicz sustrae la atención de una realidad social y humana cercada intencionalmente por la miseria y la muerte? Hay un fragmento revelador en el Diario Argentino. Gombrowicz toma unas vacaciones en La Falda y hace nuevos amigos, jóvenes, despreocupados. La escena es candorosa. Gombrowicz nota su “armonía con América Latina” y, entre paréntesis, agrega: “mi hermano y mi sobrino se encontraban entonces en un campo de concentración; mi madre y mi hermana habían escapado de Varsovia en ruinas y vagaban por la provincia, y sobre el Rin estallaba el rugido de la última contraofensiva alemana; pero ese rugido, ese grito del que no me olvidaba, tan sólo aumentaba mi silencio”.

Como en esos jóvenes de las sierras de Córdoba, Gombrowicz encuentra en Argentina otros prototipos humanos por los que manifiesta veneración; pero no se trata de mucho más que de exponentes imaginarios de una inocencia prehistórica, de las manifestaciones antropomórficas de una idea filosófica, la de la inmadurez, la de la juventud. El yo ficcional de Gombrowicz se entrega a esa fascinación con más fe que Husserl, al que la evocación de los aborígenes papúas o de los indios americanos exhibidos en las ferias de Europa le hace exclamar: “¡Nosotros, los europeos, jamás nos aindiaremos!”. Gombrowicz está más desencantado de Europa que Husserl, y por eso, porque ha asumido con más aplomo el fin de la Historia, es decir, de Europa, su mirada concentra una mayor expectativa.

Partidario de un universalismo inmaduro, elusivo a las afirmaciones categóricas y a las totalizaciones concluyentes, Gombrowicz, sin embargo, no rehúsa augurar un largo porvenir al arte. Pero, ¿de qué arte se trata? Porque el arte también es cosa de madurez, hijo dilecto de esa Europa que ingresaba en el domingo de la Historia. Ahora quedan hechos, sin jerarquías, y epígonos de la literatura decimonónica, escribiendo cuentos y novelas. Lo que hay es un archipiélago lingüístico inconmensurable, formado de twetts o posts multiplicándose y enlazándose, para brillar un instante contra el firmamento oscuro. Gombrowicz no se disgustaría con esta belleza efímera. Pero ya está un poco viejo para desplazarse con gracia por el nuevo territorio de los empiristas felices.

El 13 y 14 de agosto, en el Auditorio Hugo Chávez del Pabellón Venezuela (Ciudad Universitaria), se realizará el “Coloquio Gombrowicz, o la Pasión de Ser Joven”, organizado por el CIEC y la SEU-UNC.

Ignacio Barbeito