Un teatro que se propone cuestionar los modelos. Y construir otro arte, en una nueva sociedad.
Por Mariano Pacheco
Contaba con 29 años cuando fundó Zéppelin Teatro. Y si bien tuvo un paso por la carrera de Cine y Televisión en la Universidad Nacional de Córdoba y cursó el seminario Jolie Libois (y durante los últimos años, también en la UNC, cursó algunas materias de la carrera de Antropología), su característica principal es ser autodidacta. Su aproximación al teatro se produjo de la mano de los talleres de la Biblioteca Popular Alberdi y los Festivales Latinoamericanos de Teatro, siendo muy joven. También podría decirse que se formó en el marco de una generación a la que el punk le marcó un camino: casetes de Sex pistols y The Clash, recitales, y por supuesto, cierto errar por las calles de Córdoba y el mundo, porque Jorge Villegas, director del grupo, pasó varios meses viviendo en España, Buenos Aires y San Pablo, allá por el cambio de siglo. Y junto con Zéppelin, supo viajar a varios países (Bolivia, Chile, Paraguay y Ecuador) convidando su dramaturgia.
Pasaron dos décadas y, de los primeros integrantes –junto con Villegas– solo quedó Diego Trejo. Aunque en la actualidad el grupo tiene entre sus filas, también, a los actores Rodolfo Ossés, Matías Usain, Santiago San Paulo, Rubén Gattino (de San Francisco), Ulises Palacio y el músico Cruz Zorrilla. Laura Ledesma es la única “chica” del grupo, aunque Villegas aclara que se encuentra inmerso en un proyecto que el año que viene pondrá en los escenarios a varias actrices.
El 2015 empezó con todo. En marzo, como vienen haciendo desde hace siete años, el grupo organizó (conjuntamente con los ex Centros Clandestinos de Detención) una nueva edición del “Escena y Memoria”, evento que cruza teatro y poesía con Derechos Humanos.
Entre mayo y julio de este año, para festejar sus 20 años de existencia, Zéppelin Teatro organizó un ciclo de reposiciones y reestrenos de obras, que se llevó adelante en tres salas de la capital provincial: La Parisina, La Chacarita y La Luna, en los barrios Alberdi, Güemes y Pueyrredón, respectivamente. Las actividades comenzaron el 1° de mayo, cuando el grupo organizó, bajo el lema “Teatro, Poesía y Lucha de Calles”, un locro para conmemorar el Día Internacional de los Trabajadores. Ese mes se repusieron “Retrato de un hombre invisible” (“la obra que retoma la figura del guerrillero Charlie Moore, quien tras ser brutalmente torturado se convirtió en asesor del aparato represivo) y “Tosco”, que continuó al mes siguiente, debido al éxito que tuvo en sus primeras cuatro funciones.
En junio, el grupo llevó a los escenarios “Argentina Hurra! (pensé que se trataba de cieguitos)” y “KyS”, obra que tuvo su última función el viernes 26 de junio, día en que se cumplieron los 13 años de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Organizada junto al Encuentro de Organizaciones, la secretaría de Cultura del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación (CISPREN), el Centro Cultural Somos Viento de la ciudad de San Francisco y el Colectivo Manifiesto (quienes realizaron una muestra fotográfica sobre los conflictos sociales en la Córdoba actual), ese día, junto con la obra, el grupo realizó una jornada en conmemoración por la “Masacre de Avellaneda”, en la que también participaron otros teatristas, escritores, periodistas y poetas. En julio, el ciclo cerró con la realización de ocho funciones de “Informe mono”, una adaptación de “Informe para una academia”, el cuento de Franz Kafka.
De Agustín Tosco a Kosteki y Santillán
Protagonizada por Matías Unsain y Ulises Palacios, “Tosco” parte de la figura del dirigente del emblemático sindicato de Luz y Fuerza para dar cuenta de la experiencia de toda una generación, en un episodio clave de unidad entre el peronismo y la izquierda revolucionaria. En la obra de Alejandro Finzi, adaptada por Villegas, Tosco es visitado en la cárcel de Rawson por un bicho de luz, una luciérnaga (Saturnino), y en medio de una situación de delirio, de fiebre y sudor de esa madrugada del 15 al 16 de agosto de 1972 (previa a la denominada “Masacre de Trelew” del 22 de agosto), Tosco conversa con el bicho de luz, con su compañero de celda, con sí mismo, quién sabe. Repasa momentos fundamentales de su vida y de la vida política de Córdoba. Los sueños de Tosco se confunden con quienes horas más tarde serán fusilados. Los sueños de ayer se entremezclan con los de hoy, el público con los actores, la dirección de la obra con la de los destinos de quienes en el presente pretenden, como los masacrados de ayer, construir una nueva sociedad.
En “KyS”, Rodolfo Ossés y Diego Trejo trabajan sobre las figuras de Kosteki y Santillán, los jóvenes militantes asesinados mientras participaban del intento de bloquear los ingresos al puente Pueyrredón.
“Modelo. La palabra modelo me distrae. La palabra modelo me atrae. La palabra modelo me contrae. Modelo. Contractura. Modelo es igual a contractura. Soltura no. Contractura. Yo no soy un modelo. ¿Quién es un modelo? Modelo publicitario. Modelo económico. Modelo es raro. Modelo es feo. Yo no soy un modelo…”, puede escucharse en boca de uno de los actores. La pieza se aleja así del canon realista y apunta a la construcción de una poética disruptiva que logra sacar al arte de ciertas expresiones típicas del testimonio y la denuncia, y permite rearmar simbólicamente un episodio conocido pero en otra clave: cuestionando los dispositivos que estructuran la vida, conjurando los modelos sociales hegemónicos.
Máquina de guerra
Zéppelin es como una suerte de máquina de guerra cultural que no para de librar combates. En septiembre, junto con la UNC, continuará con actividades por sus 20 años. En octubre, con los otros colectivos organizadores, participará de la segunda edición de “El Urondo. Festival de Teatro, Política, Sociedad y Poéticas Varias”, que ya se realizó en 2014 y Deodoro supo dar cuenta del evento en una nota anterior. En noviembre, el grupo estrenará “Esdrújula, palabras para Bonino”, una obra con texto original de Marcelo Casarín, donde dos actores Rodolfo y Santiago, serán los dos Boninos de la obra, referencia, cita poética, a la memoria de Jorge Bonino, emblemático actor cordobés de los sesenta y setenta.
En un teatro que pone el eje en funcionar de otra manera (como colectivo cultural con dinámicas asamblearias en la toma de decisiones y discusión política más allá de las propias actividades), Zéppelin ha venido sosteniendo una práctica que se propone subvertir la relación tradicional entre los artistas y su “público”, entre los teatristas y el resto de la sociedad. De allí sus articulaciones con organizaciones sociales, con otros colectivos artísticos y políticos, con las instituciones del Estado, en una provincia que no se caracteriza precisamente por potenciar y fortalecer esta mirada. “Entendemos al teatro como una asamblea. Y además de ser un colectivo de teatro nos entendemos como un grupo de acción política”. Con estas palabras Jorge Villegas, director de Zéppelin, saludaba a quienes se arrimaron a festejar con ellos el inicio del ciclo. Palabras de bienvenida, y tal vez –por qué no– esbozo de un Manifiesto futuro.
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