“Es evidente que mi posición es de centroizquierda”

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Su voz, la ronquera de la voz. Sus anteojos grandes. Ese rostro de líneas rectas, casi cuadradas. El hombre de mayor poder mediterráneo tras la vuelta de la democracia. El radical que tuvo que renunciar después de tenerlo todo. Eduardo César Angeloz: Menéndez, Menem, América Latina y el pasado que no abandona ni olvida.

Por Juan Cruz Taborda Varela en DEODORO, Marzo 014

Si hubiéramos de compararnos sólo en fotos, en imágenes estáticas, este hombre que ahora se sienta frente a mí no está muy lejos de aquel que ganó tres elecciones consecutivas para gobernador de la provincia con números que hoy no repite nadie. Tampoco del que se puso al hombro las presidenciales del 89 jugando para el partido de la hiperinflación y los saqueos. En postales sin movimiento, apenas el gris cano. Pero Angeloz, cuando camina, camina lento. Pero Angeloz, cuando intenta enervar la voz, pierde la intensidad, la aspereza que a la hora de la oratoria lo ponía un escalón por encima del resto. Tiene 82 y la seguridad que volvería a hacer lo que hizo. Todo lo que hizo. “Si yo tuviera que empezar de nuevo, volvería a la vida política, pero la política no es un hobby, es una pasión. Cuando vos estás identificado con principios, con definiciones, con grandes consignas que las has hecho tuyas, es tu forma de vida. Y eso tiene éxitos y sinsabores”.

No se lo abordará en esta charla sobre cuestiones de orden ético o moral. La política tiene otros estamentos. El juicio social ya ha sido elaborado. También el legal. Él insistirá en haber sido el único dirigente que pidió su propio desafuero para sentarse en el banquillo. Que pese a la inocencia que advirtió la justicia provincial, las marcas se llevan por dentro.

Angeloz usa de oficina un bar de Nueva Córdoba donde recibe a todos los que lo quieren escuchar. Quienes lo han hecho muchas veces, advierten: el efecto Tequila y Domingo Felipe son sus temas recurrentes. Y es efectivamente así. El cimbronazo financiero azteca decretó su muerte económica. El pelado de San Francisco, la política. Y allí vuelve el exgobernador, como un disco que repite proezas de un pasado sin contrastación: “Éramos la provincia que mejores salarios pagaba, las docentes mejores pagas, los que teníamos las más altas calificaciones. Pero no teníamos recursos en ese momento para salir adelante. Y la Nación tuvo un monstruo que se llamó Domingo Cavallo, que salió al mundo, logró dinero y lo entregó a las provincias que tenían identificación justicialista”.

Hombre galante, en el bar que es su oficina, las mozas son sus secretarias y destino de sus afectos de abuelo encariñado. Las mozas quizás no hayan sabido del poder del hombre del rifle, como alguna vez lo bautizaron, y ahora sólo lo ven como ese octogenario que las trata de “mi amor”, “venga mi amor”. “Yo me di cuenta que tenía que parar la violencia. Fue la única vez que vino Quebracho a Córdoba. Y por la paz, decidí renunciar. Pagué el precio político que había que pagar. Eso produjo dolores y el mayor es cuando un sector de la nueva casa de gobierno que me hereda a mí y algunos de los funcionarios, me llevan a la justicia”. Lo dijo Angeloz: el mestrismo le hizo la cama. Pero él opta por el anonimato:

–Yo no diría quién.

–Su sucesor, Mestre, trabó muy buena relación con el gobierno nacional al que usted acusa.

–Además tuvimos grandes diferencias en acción de gobierno. Fueron contradictorias.

–¿Por los recortes?

–Él creyó en eso, que la provincia se incendiaba, y no era así. Recortó a los jubilados, a las escuelas, algo totalmente diferente a lo que hice yo.

1989 Y CARLO

El lanzamiento de su candidatura a presidente en 1989 fue con un gran acto en Ferro. Entre otros, tocaron Charly y Spinetta. Los dos más grandes próceres del rock, ¿eran angelocistas? Él no se acuerda quiénes tocaban. Y menos si profesaban la misma fe política. “Jamás manejé eso, lo conducía otra gente. Mucha gente del arte nos acompañaba, pero no sabía quiénes iban a tocar, ni siquiera si me acompañaban”.

Le propongo un ejercicio imaginario: que pensemos juntos qué hubiera pasado en caso de ganar las elecciones de 1989. Qué hubiera sido de distinto en la década que marcó cultural, política y económicamente al país. Pero Angeloz no es de imaginar tanto.

–Yo tenía la convicción de que no podía ser el presidente de la República. No me ponga esa cara de sorpresa. No hay honor más grande para un afiliado radical que te nombren candidato a presidente. Veníamos de un gobierno glorioso, el de Alfonsín, la recuperación de la libertad, de la paz, de los Derechos Humanos, del juzgamiento extraordinario de los militares. No hubo éxitos en materia económica. La candidatura era el sueño del pibe. Un hombre hábil como Menem, con quien habíamos sido compañeros, recorrió el país y cuando veo su primera manifestación en La Matanza, había un seguimiento total para su persona. Me introduje en la pelea que había que hacer, cuerpo a cuerpo. Sin cansancio, sin sueño, sin dolores.

Habla como si aquello hubiera sido la pelea de su vida. La pelea que sabía que iba a perder, “pero trasmitía fe, las ganas, el que se puede –la voz ronca, más que nunca–. Todo lo que hace un dirigente”. Curiosamente, mantiene un cariño inexplicable por aquel que lo noqueó. Cuenta de la silla vacía en el programa de Neustadt: su última apuesta. “Carlos –dice, y se refiere a Menem– no era un tipo de mucho estudio, ni de mucha preocupación por los temas nacionales. No era un hombre que se preocupara mucho en la Facultad. Éramos amigos. Yo tengo un gran cariño por él, sí, es mutuo. Sigo manteniendo el mismo cariño”.

–¿Se ven?

–Algunas veces. Nos veíamos en el Senado. Hace mucho que no voy. No nos hablamos, pero sigo de cerca lo que le está pasando, le mando mensajes con muchos amigos. Sé que está en el último tramo de su vida, que es el peor de su vida. Deseo que sortee todo.

–¿Lo respeta?

–Recíprocamente. Nos respetamos mucho. Cuando él gana la reelección, yo era senador nacional. Entonces me llamaba a través del jefe de la Casa Militar, y hacíamos una especie de agendita. Me invitaba a desayunar a las 7 de la mañana al Alvear Palace, donde él muchas veces dormía. Él y yo en un desayuno hablamos de cada uno de los temas importantes, lo hicimos mucho tiempo hasta que un día salió el ofrecimiento de que yo fuera el jefe de gabinete, y ahí las cosas no continuaron más. Dije que no públicamente. Pero la amistad no se rompió.

Es, al menos, extraño. Angeloz habla en estos términos del presidente que comandaba el país cuando él se hundió para siempre. A Cavallo, todo el odio. No al jefe de éste: “Nunca cruzamos una palabra agresiva, de odio, como hacen los candidatos ahora. Son cosas que nacen del respeto y el afecto”.

Retomamos el hilo de la pregunta inicial. Y ahí Angeloz dice que “yo hubiera hecho un gobierno totalmente distinto al de Carlitos”. Sí, le dice Carlitos. “Él venía con la mentalidad de las privatizaciones. Yo no creía en eso, era volver a poner el zorro en el gallinero para cuidar los intereses del país. Veníamos tan atrasados que parecían espejitos de colores tener teléfonos que anduvieran”. Pero hasta ahí llega el vuelo. Los pies en la tierra. Y el respeto por las pocas diferencias.

DIFERENTES PERO IGUALES

Le pregunto, precisamente, por las divergencias entre el PJ y la UCR locales. Él dice que son totalmente diferentes. Que el radicalismo de Córdoba tenía un programa muy específico, el rol del Estado fuerte y “de tender la mano a los sectores menos pudientes. Estado de Bienestar, ese. Así empezamos con el Paicor, con los hogares de día, con las jubilaciones. Fue la continuidad del estilo que venía de Sabattini, que venía de Del Castillo. Esa es la diferencia”.

–Muchos hablan del Partido cordobés: la continuidad entre el PJ y la UCR.

–Nosotros las tenemos a las diferencias. No ha habido una sola interpelación de las cámaras donde no hayan ido nuestros ministros. Desde Mestre hasta acá no fue ninguno. Pudimos hacer una reforma de la Constitución después de 60 años y la mayoría de sus artículos salió por unanimidad, en coincidencia con el Justicialismo. El crac fue con la traición de algunos radicales y la presión de De la Sota con la Unicameral.

La traición: no lo nombra. Habla de su sucesor. Diferencias: no las nombra. Interpretaciones: libres.

Tanto poder llegó a tener Angeloz en su provincia, esta provincia, que logró lo que no logró Menem a nivel nacional: la re-reelección. El radical ya ha hecho su autocrítica. Ha dicho que estuvo mal. Y suma: “Vamos a decir la verdad histórica: yo no iba a ser candidato. No hay tercer mandato ni para el más egregio de los candidatos, porque hay un cansancio de todo tipo para ejercer el cargo. Lo que ocurre es que mis propios amigos fueron a hablar con uno o dos candidatos que teníamos a la vista –no me haga decir los nombres, no los voy decir–. Y estos dijeron que ellos designaban todos los ministros, todos los diputados, todos los senadores. Entonces mis amigos vinieron y me dijeron: mirá, acá quedamos todos afuera con este planteamiento que están formulando, y no podemos quedar afuera después de tanta lucha y pelea. Son los que hicieron el planteamiento judicial para el tercer mandato. Un error, porque eso no se resuelve así, se resuelve en una mesa de conversaciones”.

–Y fue a internas con Mestre.

–Fui candidato contra mi voluntad.

–Y el objetivo era conservar…

–El estilo, el estilo. Continuar con el Paicor, con el guardapolvo blanco, el zapato, los anteojos, los audífonos.

–¿Mestre no lo iba a continuar?

–Estaba en duda. Y pasó después.

–Usted admite el error político, ¿y la cuestión legal? Es similar a lo que hizo el juez Bustos Fierro con Menem.

–Pero conmigo la Justicia resolvió que sí. No recuerdo cómo fue lo de Menem, pero ahora con lo de Santiago del Estero la Corte fue concluyente. Es el criterio vigente, no lo fue en mi tiempo.

LOS NUEVOS REFERENTES

Angeloz cuenta de sus discursos en la Sorbona, en Alemania, de la necesidad de Europa. Pero asegura que América Latina es la hermandad. “Me gusta mucho Mujica, mucho. Un hombre que viene de una lucha tremenda, que llegó a ser presidente. Me despierta cariño. Me gusta la presidenta de Brasil, que estuvo tantos años presa y que después pueda presidir Brasil con tantas connotaciones, la admiro. Y también admiro a Bachelet, que alguien podría decir que viene del odio, tienen derecho de venir del odio, pero no lo hacen. Y vuelve a mejorar lo que le quedó por hacer. Se merecen el mejor de los éxitos los tres, por América Latina”.

–A los 3 se los puede identificar con la centroizquierda.

–Sí, claro, es evidente que mi posición es esa. El radicalismo nunca ha sido un partido de centroderecha, hemos sido un partido de centro con la tendencia hacia la izquierda y con la mano tendida hacia el desposeído, el que menos tenía, por la libertad y por la igualdad. Son nuestras definiciones.

–¿Usted se considera un hombre de centroizquierda?

–Evidente. Si no, no hubiera tenido las persecuciones que me tocaron durante la dictadura. La bomba en mi casa, los allanamientos de los militares, figurar en la lista de las AAA.

HABLEMOS DE MENÉNDEZ

–De ese tema le quería hablar. En la biografía sobre Menéndez escrita por Camilo Ratti, los colaboradores del genocida lo nombran a usted como una de las personas que varias veces lo visitó.

El tono de nostalgia y cierta pedagogía, la amabilidad de un gobernador por tres, el abuelo de la moza: todo queda atrás. El tema le devuelve el cuchillo a los dientes y las espinas a la garganta, el puño a la mesa y la mirada como diciéndome pendejo, yo te voy a explicar un par de cosas a vos. Y dice:

–Es cierto, absoluto. Yo he ido varias veces a reclamar por los presos que estaban adentro, puedo mencionarlos. Uno fue Daniel Síntora, a pedido de Arturo Illia, pedí una audiencia como presidente de la UCR, que estaba vigente. Reclamé por qué lo estaban buscando, Síntora estaba escondido. Me dijeron que no lo buscaban, Illia se lo comunicó a este chico, cuando salió lo desaparecieron. También pedí audiencia con… este otro… Menéndez, porque yo fui portador de una caja llena de pedidos para la libertad de Ángel Bustelo, abogado del PC de Mendoza. También fui a pedir por otra y cuando entré me hicieron dejar la cédula de identidad, y cuando salí la cédula había desaparecido. Y tuve que hacer una denuncia. Y vino Nilo Neder y me dijo tenga cuidado porque mi cédula iba a aparecer en un hecho sangriento.

Voz que se le disipa, ronquera que quiere volver a ser la de antes, aire que nunca es mucho. Angeloz se enerva. Su mano derecha en forma de puño asiente sus palabras sobre la mesa del bar. Nunca levanta la voz, pero quisiera gritar. Me mira fijo, esos anteojos. Y cierra:

–Fue mi única relación con esta gente, fue poner los huevos para pedir por otros. Son unos miserables los que digan otra cosa –toma aire–. Ya no me molesta nada.

–¿Cuál era la respuesta de Menéndez?

–Me decía que le dejara los pedidos. Con lo de Síntora hizo una especie de simulacro, llamó por teléfono. Don Arturo se equivocó, iba a acompañarlo a presentarse, le avisó que no lo buscaban… Es larga mi vida querido…

–¿Y cómo se explica la presencia de Menéndez en los actos de la UCR?

–Nunca en el mío.

–En lo de Martí y Mestre sí.

–Puede ser, Rubén no hacía actos conmigo. No sé. No lo he visto. En el de Ramón estuvo, pero Ramón no lo invitaba. Yo puedo tener calentura, bronca con él, pero Ramón no lo hubiera invitado nunca, él se presentaba sólo como General, no iba de protocolo.

INDEPENDIENTE ES DE LA B

Cuando se habla de independencia de la Justicia, de división de poderes, el radicalismo de Córdoba está a la altura del menemismo en la pornográfica relación. Así como la Corte lo tuvo a Julio Nazareno, el TSJ local lo tuvo a Roberto Loustau Bidaut. Que además de presidir el Poder Judicial de la provincia desde 1983, también integró, después, la convención que modificó la Constitución Provincial que habilitó la cláusula de la reelección. El hombre fue el Presidente de la convención, puesto al que llegó en la boleta de la UCR.

–Hay un claro entrecruzamiento de poderes.

–No. Él renunció al TSJ.

–Pero la vinculación política quedaba en evidencia.

–Era un hombre que venía de la UCR, venía del llano y nosotros lo pusimos en el TSJ. Renunció. El gordo quería ir a la Constituyente, pero no como presidente. Había sido profesor en la Facultad y quería estar. Y la mayoría, Caferatta y otros, decidieron que el gordo fuera presidente.

–¿Es posible pensar la independencia del poder judicial del político?

–Pregúnteselo al gallego De la Sota, que era el vicepresidente.

–El gobernador es inaccesible, sólo está disponible para dos medios.

–Ah querido, ese es problema de ustedes, ustedes no ponen, yo no tengo la culpa… (risas)

–De la Sota mostró afinidad con ustedes en esa instancia.

–Si apagás el grabador te digo.

 GOLPE A GOLPE

En septiembre del 55, Angeloz era el presidente de la Juventud Radical. Y reconoce su rol:

–Estábamos en el golpe del 55. La Casa Radical se transformó en una suerte de atalaya del golpe y sí señor, yo participaba en nombre de la Juventud, atalonados. He dicho golpe, no he dicho revolución.

–¿Es crítico hoy de lo que hicieron?

–No, de la UCR no. Vos sos muy joven, ese clima había que haberlo vivido, había un grado de ahogo. Yo tenía 23 años, era el Presidente de la Juventud. Íbamos en cana, nos perseguía la policía, un clima de terror. Perón no entendió que debería haber hecho otras cosas. Yo le dije muchas veces la Revolución Libertadora, pero fue un golpe.

EL ALFONSO

El retorno de la democracia encontró a un radicalismo triunfador como nunca más volvería a ser. Y el ganador tenía dos líneas marcadas: Renovación y Cambio de Alfonsín y la Línea Córdoba de Angeloz. Pero el exgobernador dice que con “Alfonsín coincidíamos mucho. La línea Córdoba era una tradicional línea que venía de la época de Sabattini. Cada vez que el radicalismo de Córdoba tenía una propuesta programática tenía peso en la discusión. Lo de Alfonsín fue una tromba, pero no quisimos perder la tradición de la línea. Colocamos un hombre: Víctor Martínez”.

REFORMA Y REVOLUCIÓN

Los referentes de Angeloz, lo ha dicho siempre, son los exgobernadores Sabattini y Del Castillo. El primero habló de reforma agraria. El segundo defendió a la Revolución cubana. Pero él aclara: “La reforma agraria de Sabattini era desde el punto de vista impositivo, que la Corte Suprema se lo rechaza. No era quitar las tierras. El único reparto de tierras importante que se hizo, en la zona de San Agustín, se hizo en mi gobierno. Y Del Castillo no es que adhiriera a la Revolución cubana, sino que dice que el que no reconozca a la Revolución, que hayan volteado a Batista, no es radical. No lo que vino después. Eso es lo que dijo. Pero entre periodistas y radicales que no lo querían a don Santiago hicieron creer que casi se acostaba en la misma cama de Fidel Castro”.

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Eduardo César Angeloz nació en Río Tercero, es abogado y tiene 82 años. Fue tres veces gobernador de la provincia de Córdoba y candidato a presidente por la UCR en las elecciones de 1989 en la que fue derrotado por el entonces gobernador de La Rioja, Carlos Saúl Menem.