La Feria de Galerías que se extiende entre el Cabildo y la explanada de Plaza San Martín tuvo su tercera edición entre el 19 y el 23 de agosto. Reflexiones cruzadas sobre Mercado de Arte y práctica artística.
Por Lucas Di Pascuale
(Artista y docente)
Al tiempo que escribo tiene lugar en nuestra ciudad Mercado de Arte, una feria de arte contemporáneo organizada por la Municipalidad de Córdoba y la Fundación Pro Arte Córdoba. La feria reúne el esfuerzo de un importante número de artistas, gestores, curadores y galeristas locales; también participan espacios de Misiones, Rosario, San Juan, Tucumán, Las Varillas y Ciudad de Buenos Aires. Me pregunto ¿cuáles son las expectativas de cada uno de los participantes? Arriesgo que seguramente tienen que ver, en su mayoría, con la venta de lo expuesto, también debe resultarles interesante dar a conocer el trabajo propio, conocer el de colegas y descubrir nuevos espacios de circulación.
Soy artista plástico, estudié arte en la Universidad Nacional de Córdoba, donde actualmente doy clases. Mi práctica docente dialoga con la práctica profesional que realizo en paralelo a la docencia, la cual consiste en producir arte. Cada año redacto un informe –que la Universidad me solicita– donde en uno de los ítems doy cuenta de mi práctica artística, como si la institución estuviera pendiente de ella.
Una feria suele ser un momento particular, donde la oportunidad de comprar y vender está jerarquizada, donde lo expositivo tiene sentido, principalmente, en función de esa posibilidad de intercambio económico. Aunque las ferias de arte no son sólo espacios de compra y venta, la mayoría del público va fundamentalmente a ver. Mercado de arte tiene lugar en torno a la Plaza San Martín y el ingreso es libre, por lo cual una gran cantidad de público –muchas veces casual– es partícipe de la actividad.
El sentido de mi producción artística esta relacionado con ciertas indagaciones que me son vitales. Desde mi punto de vista, producir arte tiene que ver con indagar y la docencia en artes –cuando intenta incentivar la producción– tiene que ver con ayudar a cada estudiante a descubrir sobre qué y cómo indagar.
Varias zonas conforman la feria Mercado de Arte. El sector principal es el de aquellas galerías que se presentan como las más consolidadas. Aunque teniendo en cuenta lo poco desarrollado que está el mercado de arte en nuestra ciudad, es difícil asegurar que la totalidad de estas galerías esté consolidada. La pintura es mayoritaria en este sector que resulta espacioso desde lo expositivo y también desde la circulación, comparado con otros sectores y con su misma versión del año anterior. La cantidad de trabajos expuestos parece infinita, los de Ricardo Tschamler (Munich 1907- Córdoba 2000) son de los que más disfruto, sus pinturas describen paisajes de campo, pueblos que parecen estar en los márgenes de selvas que no integran la imagen pero la alimentan. Pueblos habitados por humanos, animales y la mezcla de ambos. Pinceladas muy presentes y colores interminables, siempre invadidos unos por otros.
Como artista considero –aún cuando el público sea numeroso– que una feria de artes no es un lugar significativo desde lo expositivo. Aquellas indagaciones que sustentan el sentido de mi producción requieren ciertas condiciones expositivas para aparecer con relevancia. Condiciones que nada tienen que ver con la situación de feria; en la cual, como es lógico, las propuestas expositivas albergan numerosas producciones en espacios reducidos.
En segundo lugar la feria cuenta con Zona Bonino, constituida por espacios diversos, emergentes y auto gestionados por artistas en la mayoría de los casos. Algunos cercanos y otros no tanto al formato de galería de arte. Igualmente, se trata siempre de espacios destinados a la venta de producciones artísticas. Aquí la circulación –al igual que en 2014– es algo compleja ya que los espacios son más acotados y los abarrotamientos expositivos más comunes. A veces cuesta distinguir unas producciones de otras, que por lo general son de formatos pequeños intercalando objetos, fotografías, dibujos y pinturas. En Bonino las piezas de Sara Fernández –joven artista catamarqueña que reside en Córdoba– me impactan por sus detalles. Objetos de cerámica o que mixturan la cerámica y lo textil, suelen representar seres a descubrir entre un enjambre de formas coloridas y ornamentadas con motivos de escalas disímiles.
Si las prácticas profesionales son reconocidas como tales al propiciar como contrapartida una retribución económica, el arte que produzco sería considerado una práctica profesional al ser vendido. Lo cual ocurre, pero sólo a veces. De todas formas ese “a veces” tiene una gran significación que seguramente modifica mi relación con la práctica artística.
Podemos agregar que varias zonas anexas, próximas a la Bonino desde su ubicación y su carácter, constituyen un tercer espacio en la feria. Zona Editada, lugar de cruce entre experiencias editoriales y de divulgación de contenidos escritos y gráficos. Fuera de Foco, un espacio dedicado al video arte. Y Espacio Auditorio, constituido por un ciclo de charlas donde se abordan temas relacionados a las prácticas artísticas contemporáneas, la curaduría, las residencias de arte y el coleccionismo.
Más allá de las diversas zonas que conforman Mercado de arte, de las iniciativas que amplían su sentido, incentivan el debate y tensionan las prácticas artísticas, me pregunto ¿qué debería esperar de una feria de galerías de arte? Se trata simplemente de incentivar el mercado, de que algunas producciones se crucen con el deseo de un comprador. De recibir una retribución económica a cambio de lo producido. Seguramente es poco y mucho al mismo tiempo. Poco desde las grandes problemáticas que contiene nuestra práctica artística, poco desde las necesidades expositivas que nuestras producciones requieren. Mucho, en una ciudad donde los artistas plásticos son siempre mayoritariamente jóvenes, ya que las situaciones de la vida cotidiana van minando nuestras prácticas.
Ahora bien, una feria de arte no debería convertirse en el evento más importante del arte de un país o de una ciudad. Nuestras prácticas artísticas necesitan como contrapartida, no sólo una retribución económica, sino también y fundamentalmente una mirada crítica que les permita crecer. En una feria las valoraciones sobre nuestra producción –inclusive las propias, las de cada expositor– no aparecen desde esa mirada crítica, tienen que ver casi siempre, con la efectividad de las ventas.
Vender arte es hermoso. Considero que desacraliza mi producción, iguala mi práctica con otras profesiones y trabajos. Cuando expongo, tomo distancia de lo que hago, soy un espectador más. Esa distancia es un alimento fundamental para nuevas indagaciones. Con los trabajos afuera de mi espacio de producción es más fácil olvidarme de lo que soy, de lo que hago. En olvidarme está la posibilidad de volver a buscarme y ampliar los márgenes de mi hacer. Igualmente, el desafío siempre estará –con o sin ventas– en aquello que intentamos en el aula: descubrir qué y cómo indagar
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