Un poco de historia

Mariano Marchini. En DEODORO Mayo, 014

UN POCO DE HISTORIA

El 11 de agosto de 2009, el gobierno hizo un acuerdo con la AFA para transmitir los partidos de primera división. El Estado le pagaría 600 millones de pesos anuales por los siguientes diez años. Ver fútbol por televisión, sería desde ese momento, gratis para todos los argentinos. La AFA rescindió unilateralmente el contrato de exclusividad con Clarín que vencía en este año. Liberar la gran pasión nacional no sólo significó un altísimo costo medido en pesos. También expresó la voluntad política de comenzar a cambiar algunos patrones comunicacionales concentrados y oligopólicos de la década del 90.

Así nació el Fútbol Para Todos (FPT). No pretendemos en esta nota avanzar sobre los contenidos periodísticos del envío. Seguramente allí encontraremos muchos aspectos muy criticables. Desde el financiamiento comercial puramente representado por un exceso de publicidad oficial, hasta los incrementos presupuestarios para clubes que hoy se encuentran en bancarrota.

Para entender la necesidad impostergable de modificar el patrón de exclusividad de Torneos y Competencias, es imperioso recurrir al faro ético de la historia. Describir situaciones que ocurrieron en el pasado inmediato, ayuda a calibrar las medidas del presente. Algunos parecen sufrir de amnesia crónica circular. Los mismos que blindaron férreamente al presidente de la AFA, Julio Grondona, hoy lo demonizan hasta el hartazgo.

La historia comienza en el año 1980. El terrorismo de Estado sintió la imperiosa necesidad de promulgar una ley que regulara el espacio radioeléctrico. Así nacía la Ley de Radiodifusión número 22.285. Firmada por Jorge Rafael Videla y Albano Harguindeguy y José A. Martínez de Hoz, entre otros. Aunque parezca mentira, tuvieron que pasar 26 años de gobiernos democráticos para cambiarla. En ese lapso, la vieja ley de la dictadura sufrió 207 modificaciones. No regulaba el incipiente negocio de la televisión por cable. Había en el país una multitud de pequeños canales de cable, nacidos desde los años 60 por la falta de repetidoras de canales abiertos en el interior.

El gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín afrontó múltiples desafíos en la prematura recuperación democrática. Clarín, a través de su influyente CEO Héctor Magnetto, poseía un diario y pretendía ingresar en el negocio de la radio y la televisión. El inciso E del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión prohibía a los propietarios de un diario, aspirar a otros medios electrónicos. Presionó insistentemente con una línea editorial muy crítica al presidente de la UCR. Alfonsín no cedió ante el embate permanente y sistemático de Clarín. Luego el diario compró radio Mitre a través de testaferros. Pudo regularizar la situación con la irrupción de Carlos Menem como máxima autoridad del país. La Reforma del Estado y las consecuentes privatizaciones, obraron en sintonía con las pretensiones expansionistas del grupo. También adquirieron Canal 13 en un proceso licitatorio cantado. En el acto de concesión, Ernestina Herrera de Noble agradeció en público la vocación democrática de Menem por privatizar los canales de aire al comienzo y no al final de su gestión.

En abril de 1991, Clarín creó la sociedad Televisión Satelital Codificada (TSC), en sintonía con Torneos y Competencias (TyC), y firmó un contrato de exclusividad con la AFA para transmitir los partidos de Primera División, Nacional B y Primera B metropolitana hasta 2014. El contrato generó polémica, ya que el fútbol que hasta ese momento podía observarse por televisión abierta y gratuita, en adelante sólo se vería por TyC Sports, televisión codificada y paga. Ningún canal de televisión del país podía emitir las imágenes de los partidos hasta que terminara el resumen semanal de Fútbol de Primera, que sólo se veía por Canal 13 y TyC Sports. Resultaba patético que un cordobés tuviese que aguardar hasta el domingo a las 22 para poder observar los goles de Talleres, Belgrano o Instituto que, en algunos casos, habían jugado un jueves o viernes. Encima no se televisaban todos los partidos. Ni siquiera se permitía el ingreso de cámaras de canales locales para grabar las acciones principales de los encuentros para luego ser difundidas por los noticieros. Se trataba de una violación flagrante del derecho natural inalienable de todo ser humano a la información. Canal 13, o cualquier otro canal de televisión abierta, no podía generar los ingresos suficientes para solventar el oneroso contrato con TyC. El negocio del fútbol exigía otro, la televisión por cable. La ciudad de Buenos Aires y el conurbano tenían un millón de abonados en total y estaban repartidos en partes iguales en dos empresas: Cablevisión y Vídeo Cable Canal (VCC), que ganaban en dólares y no estaban sometidas a controles del Estado ni a restricciones regulatorias. Aquí en Córdoba las empresas que primero compitieron y luego se repartieron las zonas en partes iguales, fueron Video Visión e Intercable. Luego mutaron a Cablevisión y Multicanal respectivamente.

Entre 1992 y 1996, Clarín se quedó con 119 cables por toda la geografía nacional. La exclusividad del fútbol y la posición dominante en un mercado en virtual expansión, operó en prácticas desleales para con la competencia. Cobrando abonos más bajos y ofreciendo el producto más consumido, quebraban a sus competidores y luego compraban a precio vil los cables.

De ahí venimos. Hoy no sólo el fútbol se puede observar por televisión abierta de forma gratuita, sino que el FPT produce algunos partidos exclusivamente para que sean difundidos por canales locales.

En sintonía con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, se privilegia el interés informativo de las diferentes regiones del país. Así, partidos de Talleres, Instituto y Sportivo Belgrano de San Francisco en la B Nacional cuando juegan de visitante, sólo se producen para Córdoba. De igual manera sucede con Patronato de Paraná, Gimnasia de Jujuy, Atlético de Tucumán o Aldosivi de Mar del Plata. El salto es cualitativo. El desafío queda impreso para generaciones y gobiernos venideros. Retroceder en la materia, aunque haya distorsiones por corregir, sería un nuevo salto al vacío.