EL ETERNO TRIUNFO “MERZA”

EL ETERNO TRIUNFO “MERZA”

Por Matías Barzola

El cuarteto es de todos, pero es más de algunos que de otros. Es de esos que lo defienden desde el orgullo. Otros prefieren bailarlo a escondidas y condenarlo en público. En el futuro los bailes seguirán convocado a multitudes que irán en moto y todas las bandas harán temas de Jimenez aunque el ruludo sólo sea un recuerdo.

Me pidieron que escriba un artículo sobre cómo imaginaba el cuarteto del futuro. ¿Y cuál es el futuro?, ¿es el baile del sábado que viene, es dentro de diez años, o el futuro es cuando ya mis huesos sólo sean cenizas? Se me ocurre pensar que en cualquiera de esas instancias deberían existir puntos en común sobre el más cordobés de los géneros musicales. A veces confieso que cierro los ojos como para ver mejor las fantasías. Y mientras voy flasheando, en ese baile del futuro me vuelvo a cruzar, en la puerta, con el que a los gritos me ofrece “chicle pa´ chapá.. chicle pa´ chapá”. Un policía con cara de asco, me toca desde el pelo hasta las zapatillas y, mi chica se va al otro extremo de la formación donde una mujer policía parece entretenerse con sus senos. El escenario es igual al del sábado pasado en el Deportivo. Es más, creo que es el mismo escenario del mismo recinto. Un grupo arma una ronda sagrada, intocable. Entre medio de ellos, en el piso, hay unos vasos plásticos, una bolsa ordinaria de hielo y las botellas que son su gran motivación. Siguen manejando precios altos. O capaz que el sueldo es muy bajo. De todos modos parece una banda bastante organizada, paga una vuelta cada uno y entonces la noche no corre ningún riesgo. Los baños mejoraron. Por lo menos hay papel. Eso sí, una mujer de mirada amenazante te canjea la entrada al sanitario por un billete. Ya no es una moneda a voluntad como en otra época. Además, ahora el baño es uno solo para todos. Eso no esta tan mal.

Las selecciones siguen siendo tres y excepcionalmente una cuarta cuando se trata de bailes especiales. Los nietos de aquellos viejos promotores de bailes hoy siguen siendo los dueños del negocio. Todos siguen tocando temas de Jiménez. Todos siguen bailando temas de Jiménez. Jiménez fue y seguirá siendo todo. Es furor un pibe nuevo que clavó algunas buenas canciones y empezó a sonar fuerte en las radios. Tiene carita de bueno. Por lo menos eso me pareció en los séxtuples que vi cerca del puente Alvear. Me entretuve bailando y casi sin darme cuenta me quede hasta que terminaba. Y eso no es recomendable, lo de quedarse hasta que termina digo. Demasiada rabia como buscando culpables por el final de otra noche. El parque de motos ya es descontrolado. Tremendamente descontrolado. Hay tantas que ya no hay necesidad de que vayan tres o cuatro en una sola. Es más, parece haber más motos que cuarteteros. Dos borrachines se cruzan tirando manotazos al aire. En una décima de segundos ya es una batalla de diez contra diez. Uno cayó al piso y recibe mil patadas. La falta de lealtad en el combate sigue decepcionando. Allá un patrullero se lleva a dos chicas que se trenzaron por un guaso. Un grupo muy chiquito en medio de una gran fiesta le da de comer a las hienas que siguen encontrando carne para alimentar su odio. “Son negros que le vas a hacer. Pero negros de alma ehhhhh…no se trata del color” dicen, y salta una vieja que con los milicos se sintió más segura: “qué Dios me perdone pero habría que matarlos a todos”. Mientras ella cierra la conversación con aires de grandeza, su nieta se despide en un telo de mala muerte de uno de esos negros que le regalo una noche inolvidable.

En ese futuro que se hizo mi presente, siguen sonando radios que pasan promos de los bailes y se saluda a los privados de la libertad. Ya no hay locutores que hablen a los gritos, diría que desde la estética de los sonidos se dio un salto de calidad, es como más cuidado el arte. Eso sí, las radios de cierta elite siguen sin pasar cuarteto, ni de cortina. Pero en los boliches chetos cuando la quietud gana por puntos, un buen cuarteto los termina salvando. Algunos años atrás esa salvación era la cumbia canchera, pero duro poco. Como todo fenómeno que llega violetamente. Aún guardo entre mis discos aquellas historias cantadas por Ulises y una foto con el Keso de la LBC que supo aceptar una invitación a nuestro programa de radio. No veo tanto nuevo. Más bien mucho reciclado. Es que no tenía ningún motivo para pensar que si en ochenta años su esencia se mantuvo, en los próximos ochenta pudiera sufrir alteraciones. Seguirá siendo aceptado pero a medias. Como si acaso no sonara igual un tema de Damián en la Morocha que en la mansión de Las Delicias. Sigue siendo cosas de “brazas” que queman los sueldos en escabio, aunque prefiero pensar que se trata de la única liberación de muchos excluidos a quienes el sistema les puso el sello sólo por cortarse el pelo de determinada manera y lucir tatuajes desprolijos. Ahh.. en aquel futuro la cubana regresó como una moda retro. Sigue sin quedarnos bien, aunque me cabe lo mismo.

Me animé a gambetear varios almanaques enteros. Como si acaso fuera fácil. De todos modos el juego me genero interés. Vi una bandita al frente esperando un saludo del cantante. Reconozco que en aquel viaje no escuché tanto covers. Es como si el cuarteto todo, se hubiera puesto a escribir. Y aparecieron historias de muertos que nadie reclama, de amores súper prohibidos, de robos por necesidad, de condenados que insisten en su inocencia y algunos temas que sólo sirven para llenar un disco. Vi a los hijos de mis amigos, con quienes solíamos rompernos la cabeza en aquellas noches de Atenas. Veo que siguen bailando, que siguen criticando, que siguen igual a como seguía yo. Siento que en el futuro el cuarteto será tan necesario como hoy. Un sábado en Córdoba sin baile es como una ola que no encuentra las piedras para romper. Es posible que reviente de todos modos en la arena, pero no va a generar la misma explosión.

En aquellos días del mañana va existir, como sucede hoy, mucha gente juzgando un baile, sin siquiera saber dónde queda el Sargento. Al igual que va a persistir esa filosofía tan nuestra de que califique el que nunca calificó. Pero el cuarteto seguirá sonando orgullosamente o con tapujos en el colectivo a través de celulares en altavoz, en la casita del plan social, en el camión que reparte Coca, en la fiesta súper top… y se escribirán notas en los medios más conservadores y en alguna publicación universitaria. El cuarteto va a seguir de la misma manera en que llegó y se sostuvo. Mal que les pese a algunos, o bien que aliviane a otros.

Escena desencajada

Escena desencajada

Jorge Gabriel Almuzara

 Almuzara, Jorge Gabriel

Cuando uno quiere comunicarse es recomendable tratar de ser claros y precisos para que no haya lugar a error. Sin embargo, a la hora de escribir una obra esto no es necesariamente cierto.

El hecho de que un dramaturgo se mueva en mundo formado con palabras puede llevar a un error en la concepción de su profesión. En esta oportunidad seré dogmático, después tendré tiempo de desdecirme.

En algún tiempo creímos y a veces seguimos creyendo que la tarea del dramaturgo es comunicar algo. Puede ser una idea, una tesis, una forma de ver el mundo. De hecho es algo que se afirma actualmente. Cada obra de teatro es una forma particular de ver el mundo. Sin embargo, el trabajo del dramaturgo está muy lejos de comunicar algo, es más bien todo lo contrario, perturbar el mundo.

Supongamos la siguiente escena: Entra Marcos a la habitación donde está Eugenia. Marcos le toma las manos, se arrodilla, dice algunas palabras románticas y promete la felicidad. Eugenia se conmueve, y lo besa. La escena termina. Si tuviéramos que ponerle un nombre diríamos algo así como declaración de amor.

Supongamos que Marcos es sincero, diríamos que está enamorado de Eugenia y quiere casarse con ella. La acción que realizó en la escena anterior si bien es cursi fue al menos efectiva.

Compliquemos la escena un poco más. Entra Marcos dispuesto a confesarle su amor a Eugenia, la toma de las manos, le dice algunas palabras románticas, puede decirle que sus ojos lo tienen embrujado y que sería el hombre más feliz del mundo si se casaran. Eugenia le suelta la manos, le dice que está enamorado de otro con el cual se va a casar. Demos por terminada la escena.

¿Qué va a hacer Marcos? ¿Se va a olvidar de Eugenia? ¿La va a raptar o algo peor? ¿Iniciara un largo período de expiación y soledad? ¿Se ira con otra? No lo sabemos. Pero al menos tenemos el germen para un conflicto. M ama a E. E ama a otro. Si lo central de la obra fuera la conquista amorosa deberíamos desarrollar el periplo anterior o posterior a la escena que mostramos.

Volamos a la escena y agreguemos un poco más de información. Marcos y Eugenia eran novios, pero un día por decisión de Marcos decidieron separarse. Luego Marcos se dio cuenta de que su verdadero amor era Eugenia, y decide volver con ella. Pero resulta que ella se está por casar. La noche antes del casamiento Marcos se cuela en la habitación de Eugenia para tratar de convencerla de que anule su compromiso y se case con él. Resulta que alguien lo vio saltar el muro del palacio donde vive Eugenia y ahora todos los guardias lo andan buscando. Marcos y Eugenia se ven en una situación peligrosa. Si los descubren en la habitación significaría la muerte para él y la deshonra para ella.

La primera escena no tenía el elemento de urgencia. En poco tiempo Marcos tiene que convencer a Eugenia y salir airoso de la situación. Pero Eugenia también tiene lo suyo y no puede olvidarse del desplante de Marcos así que está muy tentada de gritar en pedido de auxilio, al menos así ella se salvaría de la deshonra. Ahora Marcos se ve en otro problema, convencer a Eugenia de que no grite.

Me los imagino hablando a estos personajes y diciéndose cosas, debatiéndose entre una decisión o la otra. Luchando cada uno consigo mismo. Marcos está a tiempo de saltar por la ventana y olvidarse del asunto. Eugenia está a tiempo de gritar, de ocultarlo o de fugarse con él. ¿Pero qué camino tomar cuando los sentimientos son contradictorios?

MARCOS: Te pido que me perdones por todo lo que hice.

EUGENIA: Yo no puedo olvidar eso. Ándate antes de que grites.

MARCOS: Prefiero que me maten a vivir sin vos…

Y la cosa puede continuar por largo tiempo. Los personajes son transparentes. La situación es clara. El conflicto, o los conflictos están ahí flotando en el aire y necesitan ser resueltos.

También podemos optar por otro tipo de recursos. Podemos ocultar los motivos. Sin embargo esto no es tan fácil y la mayoría de las veces puede no resultar. Para un dramaturgo es mucho más fácil controlar a su personaje que dejarse desconcertar por ellos.

Golpean la puerta. Es el padre de Eugenia, el Coronel.

CORONEL: (Desde afuera) ¿Quién está ahí?

EUGENIA: Es mi padre. Rápido, por la ventana.

MARCOS: No tengo miedo de morir, si no puedo amarte lo prefiero así

C: (Abre la puerta, y entra con la espada empuñada) Ah, Eugenia, pensé que no había nadie. (Lo ve a Marcos. Silencio largo) Ah, Marcos, ¿cómo le va? (Pausa) Espero no interrumpir nada.

M: Sólo estábamos conversando.

C: Hacen muy bien. Una buena conversación siempre es algo muy. Bueno, eso.

E: ¿Qué ese escándalo de abajo?

C: Se nos metió un intruso, tengo a medio regimiento buscándolo.

M: ¿Un ladrón?

C: Muy probablemente. Lo mejor es que no salgan de la habitación hasta que lo encuentren, puede ser peligroso.

E: Sólo un estúpido intentaría robar en el palacio.

C: Viene por mis aceitunas. En este palacio tenemos las mejores aceitunas de toda la región. Siempre quieren robarme mis aceitunas. Pero yo no lo voy a permitir. A mí nadie me va a robar las aceitunas. (Entra un guardia corriendo)

GUARDIA: Coronel, buscamos por todo el palacio, pero no encontramos a nadie.

C: ¡Maldito incompetente! (El Coronel golpea al guardia en la cabeza y lo mata al instante. El guardia cae en la cama boca arriba) Un ejército de incompetentes. Me van a terminar robando mis aceitunas. (Sale)

M: (Mirando el cadáver) Tiene los ojos abiertos.

E: Voy a extrañar esto que hacemos.

M:¿Puedo ver el vestido?

E: No, es mala suerte.

M: Podemos seguir haciéndolo cuando estemos casados.

E: Ya no va a ser lo mismo, faltará el peligro. Es tarde, mejor ándate a dormir.

Marcos sale. Eugenia se acuesta a dormir junto al cadáver.

Oscuridad.

La vuelta al mundo en ochenta animales

 

La vuelta al mundo en ochenta animales

Por Anabella Antonelli.

El zoológico de Córdoba se oculta a simple vista en el predio casi céntrico del Parque Sarmiento, pulmón verde, testigo y hábitat de gran parte de las expresiones de nuestra ciudad.

Antonelli, Anabella

La primera vez que visité el zoológico fue de casualidad. Hacía menos de un mes que me había mudado a Córdoba, era bastante más joven, y por primera vez vivía fuera del pueblo. La ciudad era una aventura sin transitar. En esos meses mi Córdoba se recortaba al barrio Nueva Córdoba, donde ahora vivía, Ciudad Universitaria y partes del microcentro. Seguramente alguna tarde de febrero, seguramente con la intensión de huir del calor del departamento, seguramente porque ya no teníamos de qué hablar con la única persona conocida, es que le dimos todas las vueltas al Parque Sarmiento: el Rosedal, la laguna, el Superpark y de pronto una puerta enorme y majestuosa con la inscripción: “Jardín Zoológico”. Estaba ahí: un espacio con más de 300 especímenes en pleno barrio universitario, a escasas cuadras de mi casa. Tengo recuerdos difusos de aquella experiencia: un triste león mirado de arriba, pasillos entre una vasta vegetación, una jaula con monos. Todo un poco oscuro, o marrón, y húmedo.

El Zoo Córdoba ocupa esa parte de la ciudad desde hace cien años recién cumplidos: en el mismo predio que la Vuelta al Mundo de Eiffel y bien cerca de las escaleras de la trágica anécdota del árbitro. Un zoológico municipal aunque concesionado, abierto al público, con entrada que ronda los $ 100 y actividades recreativas y educativas, la mayoría pagas. Se ubica en las inmediaciones del barrio Nueva Córdoba y cuenta con acuerdos con la UNC y la UCC para el dictado de materias específicas.

Visité el zoológico por segunda vez. Recorrerlo tiene sus caras y contracaras. Me resultó sumamente atractivo el color de la serpiente de maizal, la trompa del oso hormiguero, los anillados de la cola del lémur, la gracia de las suricatas. Ver esos bichitos tan extraños al cotidiano citadino y serrano tiene algo de asombroso. Y de triste también. Son experiencias que generan cortocircuito mental y emocional. Es hermoso ver de cerca el código binario de la piel de una cebra de Burchell. Cortázar nos transmitió esa emocionalidad en su relato obsesionado por el ajolote. Es hipnótico el andar del macaco con su cría a cuestas, mirando fijamente al espectador de su encierro, como diciendo alguna cosa. Y sin embargo la jaula, condición necesaria del espectáculo.

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Los zoológicos como colecciones de animales no son un invento de la modernidad. China, Egipto y México tienen historia milenaria al respecto. Hace alrededor de tres mil años, el emperador chino Wen Wang hizo construir el “Jardín de la Inteligencia” donde exhibía tigres, ciervos, antílopes, aves, rinocerontes y serpientes. En el Libro de las Maravillas Marco Polo describió su paso por los jardines del Gran Khan, continuador de estas tradiciones, donde encontró variedades aún desconocidas por occidente. Sólo los privilegiados podían admirar las colecciones privadas de especies exóticas, símbolo de poder y riqueza imperial. En los muros del templo mortuorio de la reina Hatshepsut de Egipto, pueden leerse barcos zarpando en el Mar Rojo y regresando cargados de animales de diversas especies, expuestos luego en el Jardín de la Aclimatación, recinto construido para tal fin.

El zoológico del emperador Moctezuma en Tenochtitlán, México, deslumbró a los conquistadores. Contaba con diversos animales importados desde distintas zonas americanas.

Redoblando la apuesta, esta colección se componía también de humanos con rasgos físicos particulares, como personas enanas, albinas y jorobadas. Hubo quien, en Italia y en pleno siglo XVI, coleccionaba gente de distintas procedencias y culturas, como una Babel en miniatura.

Los cambios en nuestras sociedades marcaron también transformaciones en el esparcimiento de los nuevos ciudadanos. Los zoológicos dejaron de ser espacios privados y de prestigio, y pasaron a ser espectáculo, es decir, una diversión pública ofrecida al deleite y contemplación de los y las espectadoras. El siglo XVIII asistió así a la democratización del espectáculo faunístico, aunque también esto pudo tener su precedente en las luchas de gladiadores de la antigua Roma, donde animales exóticos de todo el mundo eran sacrificados para el entretenimiento de las masas.

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A la posibilidad de encontrar esparcimiento en estos parques se le sumaron las actividades educativas y de conservación, oponiéndose entonces diferentes paradigmas del cautiverio animal. En su página, el Zoo Córdoba explica que “Los zoológicos están cambiando su rol en la sociedad; dejaron de ser viejos muestrarios de animales para transformarse en un reservorio genético de fauna que resguarda la conservación de las especies”. Es importante, según detalla en su página, que se lleven a cabo cuatro objetivos: conservación, investigación, educación y recreación. Para ello se desarrollan muchas y variadas actividades para adultos/as y niños/as.

Como parte de su función pedagógica, cada animal va acompañado de un cartel informativo que detalla su especie, hábitat, características principales y su grado de peligro de extinción. Me resultó llamativo, en mi ignorancia, que la mayoría de las especies expuestas no estén a punto de desaparecer. Las dudas se acrecentaron: en adolescencias abolicionistas los circos y zoológicos aparecían llanamente como cárceles de animales, construidas por sociedades especistas y antropocéntricas. Sin abandonar totalmente ese enunciado, sospeché que se me escapaba cierta complejidad. Por fortuna, una amiga bióloga me acompañó en este segundo paseo por el predio, problematizando el escenario: Qué hacer con el gran porcentaje de animales que provienen del decomiso de tráfico ilegal (casi 70% en Córdoba). Cómo estudiar ciertas especies sin abordarlas in situ. De qué forma podrían realizarse atención primaria de especies de Córdoba en riesgo, para rehabilitarlas y liberarlas. Qué lugar sería el más adecuado para animales que no podrían volver a su medio por perder sus instintos salvajes en manos de la domesticación. Cómo contribuir al desarrollo de biotecnologías reproductivas para mantener la diversidad genética de especies en riego de extinción. Aunque no me gusten los lobos marinos aullando en simulacros de cemento, las respuestas se hacen más difíciles.

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“Del otro lado de la reja está la realidad, de / este lado de la reja también está / la realidad” Francisco Paco Urondo

El zoológico de Córdoba nos (me) ofrece un mundo contradictorio. Apoyada sobre los barrotes de la jaula del yacaré sentía los contrapuntos emocionales y pensaba en Samsara. Para las tradiciones filosóficas indias, Samsara es el ciclo de nacimiento, vida, muerte y encarnación. También es un apabullante documental de Ron Fricke y Mark Magidson, que plasma la ferocidad civilizatoria en imágenes de grandes emplazamientos donde nacen, viven y mueren hacinadas cientos de miles de vacas lecheras, donde malviven millones de pollitos a luz encendida, que no llegarán siquiera a dolerse, donde los cerdos son mercancía amontonada. Y entonces el malestar se relativizaba.

Y ahí está el mundo ofrecido por los zoológicos, en el mismo predio que la Vuelta al Mundo de Eiffel y bien cerca de las escaleras de la trágica anécdota del árbitro. Entre las controversias y las justificaciones, entre los proyectos de erradicación y las defensorías de la conservación, entre las críticas y el espectáculo.

Los nómades inmóviles

Los nómades inmóviles

Por Eugenia González Mussano

*artista visual

Las residencias son formas vinculares de producción, y conforman una práctica bastante extendida en el arte contemporáneo. La artista Eugenia González Mussano, repasa su experiencia como residente en Rincón, provincia de Santa Fe.

Aprender a ir despacio como un caracol

Participé de una sola residencia: la residencia CURADORA. La casa azul, como le dicen en el barrio, está alojada en la comuna de San José del Rincón, Santa Fé, en un paraje semi-rural.

El proyecto surge de dos artistas, Maximiliano Peralta Rodríguez y Cintia Clara Romero, que eligen aventurarse en una vida compartida lejos de los centros urbanos, sin renunciar a lo que aporta la ciudad. Esto incluyó tener una casa en obras, muchas responsabilidades domésticas, dos perros, un gato y un jardín que cuidar. Lo que no les permite moverse con la misma ligereza que antes y deciden viajar a través de las visitas de otrxs artistas. Además de estas circunstancias se suma el deseo de poder ofrecer a otrxs algo que a ellxs mismos los había enriquecido.

Así crearon una obra-casa, un proyecto de trabajo-vida, una sociedad de amor: CURADORA. Estas formas del trabajo total o no-trabajo, creo que al menos en parte, no desplazan las decisiones personales por decisiones laborales, sino que conviven en un muy complejo entramado de intereses y así construyen nuevos imaginarios sobre el trabajo mismo. ¿Cómo decidir sobre nuestras condiciones de vida-trabajo? ¿Dónde entran las variables emocionales y corporales? ¿Cómo atender al deseo en nuestras decisiones laborales?

Usar el tiempo en cosas invisibles

Participar de una residencia es trazar una línea, hacer un recorrido que puede ir de los centros a la periferia o viceversa. Los centros y las periferias no son solo territorios fijos, son personas, proyectos de gestión, grupos de trabajo que aparecen y desaparecen como una luz intermitente. Atravesar el espacio al dibujar esa línea produce cambios en un cuerpo que se mueve, surcos en el territorio que sirven de norte para otros, y allana distancias para que la comunicación suceda. Participar de CURADORA para mí tuvo que ver con trazar una línea entre Córdoba y Rincón, una línea que no es mía, que es de todxs y que no sé bien de qué color es. Formar estructuras vinculares y por qué no económicas, estructuras nómadas que conectan con información de nuestros ancestros, cuando atravesar el espacio tenía que ver con la supervivencia, y que luego al superar este aspecto primario se convirtió en una acción simbólica que nos posibilita habitar el mundo.

Caminar bordando una remera que diga: no voy a ningún lado.

Hablar de residencias artísticas es hablar de trabajo y economías.

Hablar de residencias artísticas es hablar de nomadismo y traslación.

Hablar de residencias artísticas es hablar de un sistema vincular.

Todxs coincidiríamos en que una residencia es un taller desplazado con la posibilidad de dedicarse tiempo completo al trabajo como artista, un punto de encuentro (o desencuentro) con otrxs pares y un espacio para la activación de redes.

Volver una y otra vez a aquello que me ha conmovido es no querer renunciar a la intensidad.

Lxs artistas tenemos algunos conflictos para definir el trabajo, que en el mejor de los casos es ese profundo anhelo que orienta a una persona a dedicar toda su vida a tal o cual actividad. Este conflicto parece estar ligado a que se le ha pedido al arte que se mantuviera al margen de la competitividad de la vida diaria, que se sostuviera como experiencia desligada del mundo real contaminado y que se erigiera como una experiencia sublime. En el presente lxs artistas desencantados de la idea de genialidad y originalidad encontramos nuevas formas de producir. Sabemos que no es verdad que creamos solos, nuestras obras o accionares son el resultado de infinidad de citas, de infinidad de voces que la genealogía del pensamiento humano lanza sobre todxs en forma de cultura según sostiene Barthes. Las producciones no se sitúan al margen de la funcionalidad práctica, pero tienen una relación dialéctica, conflictiva. El arte piensa la cotidianidad, la cuestiona y si tuviera que lanzar una hipótesis de cuál es la función del artista hoy, diría que es desenmascarar el tiempo del trabajo y proponerlo como un tiempo de disfrute productivo.

Tiraré un dardo sobre el mapa e iré hacia donde el dardo me indique. El deseo de ser libre y moverme.

Sostener el vagabundeo errático como una posibilidad existencialmente deseable y económicamente productiva podría ser uno de las grandes conquistas del arte. Poner en riesgo la seguridad y el dominio sobre el espacio que marca la cultura, trazar la propia experiencia. El perderse como condición del ser, perder el poder sobre el territorio, producir en un punto diferente del mapa cada mes, crear un espacio nómade. Un espacio, que al igual que el arte desencantado del objeto propone una obra-pensamiento, una obra-proceso, una obra-acción, pueda ejercer sobre el territorio, el trabajo y el tiempo ese mismo influjo desmaterializador. Un espacio invisible y a la vez concreto entramado por saberes, revoluciones, intuiciones y amores, donde se tejan otras maneras de vincularse en sociedad.

Buscando un momento de coincidencia entre la experiencia de vida y la conciencia de existencia.

Pensar las residencias artísticas como un sistema vincular, nos posibilita pensar el arte y el trabajo en general como un sistema vincular. El arte tiene su tradición relacional, como mencionaba anteriormente, y en su afán desmaterializador ha valorado -en ocasiones- más las relaciones entre los sujetos, que las cosas en sí. El arte es una forma de percibir fragmentaria, conectada por una conciencia a vuelo de pájaro con la macro-totalidad, pero que nunca abandona su fragmentación. Somos una especie controladora que no podría dominar sino percibiera todo como objetos. Escarbar en una noción vincular dentro de los sistemas del arte y la sociedad, exige un poco más de esfuerzo en pensar ¿cuáles y cómo son los vínculos y entre quiénes? No solo cómo nos relacionamos con otros sujetos, sino entre los sujetos y las cosas, entre los sujetos y el ambiente, entre los sujetos y las otras especies. Somos animales predadores pero con una moral que nos aturde.

Utilizo al arte y toda su historia como una herramienta que me permite ver en su micro ecosistema el funcionamiento de una sociedad en su conjunto. Puedo observar en él sus deseos de libertad y fraternidad y también su dominación. Esta herramienta tiene su peculiaridad, que nos permite entrar y salir de los sistemas de la vida práctica. Habitarlos, hacerlos extraños y absurdos. Utilicemos al arte sin respeto, recuperemos la potencia sensible de nuestros cuerpos, recuperemos la confianza individual para desarrollar una inteligencia, sensible e intuitiva, que nos permita generar un sistema económico-vincular sin dominio.

Confío en las cosas que no puedo entender

Fondo Malicha: un juego para niños escondido en los bordes de lo importante

Fondo Malicha: un juego para niños escondido en los bordes de lo importante

Por: Emiliano Baigorri.

*Escritor. Secretario del PROPALE.

La Biblioteca Elma K. de Estrabou de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC contiene un acervo dedicado a la Literatura para la Infancia y la Juventud (LIJ) de acceso público, como ninguna otra biblioteca o institución en todo el país: el Fondo «Malicha»

Baigorri Emiliano, Fondo Malicha

Con algunos ejemplares de fines de 1800 y otros que se remontan a la década del 20, pasando por los 50, los 60 y los 70, hasta libros editados en los comienzos del siglo XXI, el Fondo Malicha reúne materiales que atraviesan los grandes hitos de la historia de la LIJ. La existencia del Fondo pone en foco una cuestión fundamental en torno a las grandes discusiones de este campo: ¿por qué la academia se resiste tanto a darle el lugar que merece?

El Fondo se conformó a partir de la donación en el año 2005 de la biblioteca personal de la Profesora Emérita María Luisa «Malicha» Cresta de Leguizamón, a la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades. La donación (una de las más grandes de la historia de la biblioteca) contó con más de 5.000 ejemplares de diversas áreas temáticas. La parte perteneciente a la LIJ, con más de 1.000 ejemplares, pasó a constituir la primer gran colección específica de este tipo de literatura en la Biblioteca. La cantidad y variedad del conjunto de libros de LIJ de la donación, llevó a convocar a miembros del Programa de Promoción y Animación a la Lectura y a la Escritura (PROPALE) para generar un proyecto interdisciplinario denominado “Puesta en valor de la Colección Malicha”. Cabe aclarar que el PROPALE, dirigido por la Dra. Susana Gómez, es un programa dependiente de la Secretaría de Extensión, con más de 10 años de vida continua, que tiene diversas aristas: formación a distancia, extensión en contextos comunitarios e investigación. La labor conjunta que viene realizando con la Biblioteca implicó un enorme trabajo en el estudio del material, en el procesamiento y su catalogación (a través del buscador web de la biblioteca pueden realizarse consultas bibliográficas de todo el contenido), sumado a múltiples actividades de difusión en torno a la LIJ y al Fondo que se realizan año a año: homenajes a grandes figuras de la LIJ, mesas de escritores, talleres, etc.

Se puede decir que el Fondo se constituye en el archivo histórico inapelable que Malicha, acorde a una de sus preocupaciones vitales, se encargó de legar a la biblioteca de la Universidad como uno de sus últimos gestos en la búsqueda de ubicar a la LIJ definitivamente en el corazón de la academia. Para comprender la importancia de ese gesto hay que situarse en el campo de la LIJ y de la lucha constante de su comunidad por obtener el reconocimiento que merece. Como se sabe se trata de un territorio de problematización constante, pero académicamente casi pasado por alto: fenómeno comercialmente muy exitoso, pedagógicamente sospechoso, teóricamente muy discutido del que muchos escritores e investigadores, a lo largo de la historia, han querido despegarse por ser considerado «literatura menor». El menosprecio académico, empero, que ha sufrido la LIJ es curioso: quizá las preguntas y las respuestas que tiene para ofrecer sean mucho menos inocentes de lo que se pretende. En la actualidad, es cierto, está empezando a ocupar un sitio de «seriedad»: tesistas de grado y posgrado se reciben con investigaciones en LIJ, numerosos escritores buscan asociarse a ella, los lectores que no necesariamente son ni «niños», ni «maestras», ni «madres» proclaman (como una minoría orgullosa peleando por su visibilidad o tal vez también como un fandom cualquiera) ser lectores adictos de su producción.

El interés y la preocupación de Malicha dio sus frutos. El valor histórico y el potencial investigativo de la colección es sorprendente y abrumador. La vida y la trayectoria de la profesora emérita, sin dudas, explican la diversidad y el valor del material donado. Maestra, pedagoga, especialista en Literatura Latinoamericana y escritora, poseedora de una energía infinita, Malicha era conocida sobre todo como una de las pioneras en Córdoba y el país en su trabajo constante de difusión, formación e investigación en Literatura para la Infancia y la Juventud. Famoso fue su programa radial para niños “Pajarita de papel” desde 1967 y durante 9 años en Radio Universidad de Córdoba. Era normal que le llegaran los libros de todos los escritores más talentosos en el ámbito a nivel latinoamericano: muchos de los ejemplares donados llevan la firma dedicada y cariñosa de los autores, al mismo tiempo que en sus márgenes pueden leerse anotaciones críticas de la profesora, que sobre todos tenía algo para decir.

Exiliada durante la dictadura en México y en China, Malicha llegó a adquirir materiales únicos. La gran mayoría de los libros del Fondo son imposibles de conseguir en la actualidad. Primeras ediciones como Tutú Marambá de María Elena Walsh, La torre de cubos de Laura Devetach, El gallo pinto de Javier Villafañe, ejemplares rarísimos e invaluables como el Aquí no vuelan las mariposas (esa brutal y conmovedora antología de textos y dibujos de niños y jóvenes que vivieron el horror del campo de concentración en Terezín), colecciones de carácter casi mítico que forjaron los orígenes de la LIJ nacional como Bolsillitos, Los cuentos del Chiribitil o Cuentos del Polidoro; libros muy discutidos por su bajada pedagógica como La familia Conejola de 1943 de Constancio Vigil y los libros escolares de editorial Peuser. También hay antigüedades como un Pinocho de 1922, que incluye una serie de relatos alternativos además del más conocido de Collodi, los Cuentos bretones de 1900 y La cabrita de oro de 1885. Decenas, literalmente, de etcéteras. Además, hay que sumar las donaciones del CEIP Castilla-La Mancha, y de bibliotecas personales como la de Evelin Hohne y de Laura Roldán que se vienen anexando en los últimos años. Un necesario trabajo en la ampliación del acervo de LIJ de la Biblioteca que es realizado principalmente por Adrina Vulponi, encargada del Fondo por parte del PROPALE.

Pese a todo, la importancia de la LIJ en la academia sigue siendo muy discutible. Quizá no sea casualidad que cuando uno ingresa en las visitas al Fondo, organizadas por Suny Gómez, Adriana Vulponi y Florencia Ortiz (docente de la cátedra Enseñanza de la Lengua y de la Literatura y miembro del PROPALE), deba atravesar, en respetuoso silencio, todos y cada uno de los estantes de la biblioteca de la FFYH cargados de muchísimos libros «serios» y de Literatura (así con mayúscula). El material del Fondo, por su parte, nos aguarda en el rincón más alejado, como un animal al acecho, resplandeciente en su guarida.

Él lo sabe bien / se hace el loco

Él lo sabe bien / se hace el loco.

Por Guillermo Vazquez.

Saliendo de un largo dossier sobre la locura en el número de marzo, retomamos el tema para darle una cierta musicalidad en alguna discusión que siempre ronda la palabra pública, también cuando implica a la UNC.

La expresión “hacerse el loco” tiene múltiples posibilidades expresivas. Es una rara conjugación de verbo y adjetivo, que no sé bien si es genuina de nuestro idioma o viene de otros lados, por ejemplo como heredamos “hacer el amor” de los franceses. Desde la amenazante “no te hagás el loco” hasta la más instalada metáfora de fingir demencia. También puede ser una payaseada (mirá cómo se hace el loco), una provocación (no me quise hacer el loco) o un levante (me le hacía el loco). En este caso la tomamos de un tema que canta Ulises Bueno (“Ése soy yo”): basta con saber lo que se siente cada noche / al tocar la piel / que no es de él / y tú en silencio gritando / mi nombre / y él lo sabe bien / se hace el loco / que tu cuerpo está con él / pero tu corazón lo ocupa otro. (Citamos una parte, pero habría que escucharla toda, sobre todo en una versión con la Pepa Brizuela en vivo que es gloriosa, como se cantaba hace unos años sobre la Juventud Peronista.) Hay otras canciones de cuarteto que retoman la expresión hacerse el loco, y muchas otras donde la locura –no fingida ni metafórica– está también alojada para homenajearla entre tanta represión, o para que hable en todo su dolor.

Desde una parte importante de la prensa, por más pasquín que sea, también desde muchas cátedras de la UNC y desde tantos otros lugares, se nos dice implícita o explícitamente que la Universidad no puede tocar ciertos temas, o al menos no de ciertas maneras. El cuarteto bien podría ser uno. Ya porque la Universidad pública no tiene “barrio” y sus palabras son el más frío de los monstruos fríos, o porque la música popular cordobesa no tiene nada que ver con el sacrosanto lugar de lo académico. Estas dos expresiones que son lo barrial y lo académico –no voy a decir “significantes” para no hacerme el loco– son siempre terreno de disputas, más genuinas a veces y otras menos. Lo cierto es que entrada la discusión, lo barrial y lo académico deben tomarse con el cuidado que requiere analizar también el enunciador y su contexto, para decir algo bien de Cursillo de Comunicación y no filosofar tanto.

Criticar o reivindicar lo académico no tiene sentido alguno si solo es letra muerta o palabras en abstracto. Por caso, si una especialista en Física y Matemática de las más brillantes que tiene la provincia, reconocida además continentalmente, hace una referencia peyorativa a lo “académico” hay que pensarla en contraste con una eventual reivindicación –siendo generosos– ultrapositivista de lo académico hecha por un abogado cordobés que se opone a todo proceso popular y que se burla inquisitorial y salvajemente ante cualquier vulneración de derechos –sexuales y reproductivos, de los pueblos indígenas, de la juventud–. ¿A quién y cómo se debería escuchar con más preocupación?

El dedito de lo barrial levantado hacia la Universidad y sus producciones también debería cuestionarse en términos similares. Fundamentalmente cuando muchos, acaso la mayoría, de quienes lo esgrimen saben bien –como canta Ulises– de sus propias posiciones discursivas también privilegiadas, y saben bien del esfuerzo gigante e inabarcable que es una institución cuatricentenaria en una provincia de vacas y familias sagradas como la nuestra; su cuerpo está con él pero su corazón lo ocupa otro. La Universidad encerrada en sus claustros, la Universidad rompiendo o ignorando procesos populares, la Universidad discriminando, cerrándose sobre sí misma, es un fantasma que perseguirá su institución siempre y será el desafío probar la reducción que se hace con ese dedo loco levantado sin observar lo que ha venido pasando, en nuestra y otras universidades públicas, desde hace una década, con todos los errores y deudas pendientes y sin hacerse el loco. Por más nombre que se le ponga (universidades populares, trashumantes, indígenas, etc.) esa discusión siempre está a la vuelta esperando agazapada, como chicana o como planteo lógico y necesario de responder.

El discurso político argentino –eso implica también la palabra de los medios– en los últimos meses salió de un cierto cauce y va por la carretera de hacerse el loco, conducido mayoritariamente por gurúes de autoayuda y creadores de focus groups. Se hace el loco porque mira para otro lado, porque cree que con un bailecito o una bella niña jugando con un perro reemplazan discusiones públicas de relevancia social y política. Porque la palabra pública de una mujer tiende a ser reemplazada por su vestimenta. Cierto es que Sarlo, que ahora se desentiende de todo, finge demencia, se hace la loca, ya venía obsesionada con eso, y el famoso párrafo de su exitoso libro no tiene nada de barthesiano sobre el sistema de la moda sino que quedará en la historia de la misoginia y el retroceso argumentativo: “Quisiera que los siguientes calificativos fueran leídos descriptivamente: abigarrado, ampuloso, barroco, pesado, falto de claridad conceptual, demasiado engamado o de un cromatismo chillón. Así se vistió, hasta la muerte de Kirchner, el cuerpo ceremonial del Estado”.

Deodoro intentó llevar estos años esa discusión de hacer salir de quicio, con mayor o menor éxito dependiendo el caso, algunas estructuras morales y lingüísticas que se esperaban desde una cierta idea de la universidad pública. Salir de ahí y explorar colectivamente algunas posibilidades –sin tampoco hacerse el loco de payaso, ni fingiendo demencia– fue la apuesta de estos números acompañando un proyecto de gestión rectoral que ahora concluye. El juicio lo hará el lector, y a nosotros (redactores, diseñadores, eventuales colaboradores) nadie nos quita lo bailado. Se va también el loco Amato, pero es raro porque sabemos que esa locura queda.

Furia amorosa

 

Furia amorosa

Eduardo Mattio

(Docente e investigador de la UNC)

Traviarca poderosa de cuantas luchas tuvimos y de las muchas que nos esperan, Lohana Berkins no se ha ido; está entre nosotr*s, inspirando nuevas demandas políticas, conmoviendo nuestras certezas éticas, conjurando nuestras mezquindades y temores. Con su furia amorosa lidera(rá) la revuelta de los cuerpos que todavía aguarda su hora.

19 Mattio

El pasado fin de semana largo de Carnaval fue uno de los más tristes para el colectivo LGTB en la Argentina; el viernes previo, 5 de febrero, falleció una de las activistas travestis más fecundas que haya conocido nuestra historia reciente. Nacida en Pocitos, Salta, hace 50 años, Lohana Berkins fue desde inicios de los 90 una militante comprometida con las principales luchas de colectivo de la disidencia sexo-genérica en Argentina y en la región. El colectivo trans no sólo le debe la fundación de ALITT (Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual, 1994) y de la cooperativa Nadia Echazú (2008); desde mucho antes de la conformación del Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género (2010), Lohana contribuyó como teórica y como activista no sólo a la configuración estratégica de una identidad travesti eminentemente política; también vinculó las demandas de su colectivo a un sinnúmero de luchas en las que su liderazgo antipatriarcal y anticapitalista resultó definitivo. Junto a otr*s militantes imprescindibles como Diana Sacayán, Vanesa Ledesma, Claudia Pía Baudracco y tant*s otr*s, Lohana no solo contribuyó a delinear con justeza el contenido de la emancipación que nos merecemos; también propuso una forma de hacer las cosas –risueña, furiosa, llena de amor– que nos alienta a seguir luchando.

Uno de los logros más lúcidos de Lohana –núcleo duro de su trabajo teórico– ha sido el de perfilar colectiva y progresivamente la especificidad política de la identidad travesti. A distancia de ciertas versiones norteamericanas y europeas del trasgenderismo –perspectivas que sobrevalúan la reasignación sexual quirúrgica como modo de “recuperar la normalidad perdida”–, el travestismo latinoamericano reivindicado por Berkins se jacta de desafiar el binarismo sexual macho-hembra y de desvincular el presunto orden necesario entre configuración biológica y experiencia subjetiva (de un macho deviene un varón; de una hembra, una mujer). Contra esa ontología sexual heteronormativa, Lohana participó de un proceso colectivo que se animó a concebir el travestismo de una manera inédita: “Nosotras pensábamos que nuestra única opción (si no queríamos ser varón) era ser mujer. Es decir, si para ser varones había que ser masculinos, al no querer adoptar las características masculinas como propias, pensamos que nuestra única opción era la única otra existente: ser mujer femenina. Hoy tratamos de no pensar en sentido dicotómico o binario. Pensamos que es posible convivir con el sexo que tenemos y construir un género propio, distinto, nuestro”. Es decir, con Lohana, con otras travestis de su generación, se consolidó una manera particular de “ser travesti” –plural, no unívoca, en construcción– que evitó los estereotipos de género, que los desplazó, que los reinterpretó hasta deshacerlos. Lohana no era ingenua; sabía en su cuerpo (y en el de otras compañeras travestis) lo que significaba esa “traición” del patriarcado: vista como una fallida usurpación de la femineidad o como una defección de los privilegios masculinos, la identidad travesti es condenada con violencia por el imaginario sexual hegemónico. A la generación de Lohana –a su lucha, a sus escritos, a su trabajo territorial–, debemos esa vigorosa e inicial desarticulación de los prejuicios que aún nos atenazan.

Otro de los aspectos más interesantes de su activismo ha sido su capacidad para entender la política LGTB como un juego de coaliciones. Desde la década del 90, Lohana vinculó la trayectoria del travestismo no sólo a la del colectivo LGTB, liderado por aquellos años por Carlos Jáuregui. La difícil articulación con gays y lesbianas, el hacer un lugar a las travestis en un colectivo que las ninguneaba, fue el primer eslabón de una cadena arracimada que prometía el reconocimiento identitario, la autonomía sexual, la dignidad de (todos) los cuerpos. Para Lohana, hacer política era tejer redes: con las feministas, con los académicos, con los organismos de DD. HH., con los sindicatos, con los movimientos sociales, incluso con actores religiosos disidentes. Toda articulación debía ser aprovechada si con ello se contribuía a correr un poco más la línea que el capitalismo tardío insiste en trazar entre vidas privilegiadas de antemano y vidas condenadas a un proceso de muerte lenta. Organizar una cooperativa de trabajo para sus compañeras, poner el cuerpo en cuanta marcha lo requiriera, intervenir en el diseño de políticas inclusivas, hacerse oír entre quienes detentan autoridad política o epistémica, interpelar con su escritura incisiva, era parte de un único compromiso con el que Lohana siempre dejó huella. Un vestigio en el camino de lo que queda por hacer que no será posible borrar u olvidar con facilidad.

Próxima a su muerte, cuando su estado de salud resultaba irreversible, Lohana hizo circular entre quienes aguardaban su recuperación un breve texto de agradecimiento. Entre otras cosas, ese mensaje señalaba: El tiempo de la revolución es ahora, porque a la cárcel no volvemos nunca más. Estoy convencida de que el motor de cambio es el amor. El amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo. … Furia Travesti Siempre. El ímpetu revolucionario de Lohana encontró su origen en el amor que se niega a quienes desafían las expectativas sociales hegemónicas. En cualquier trayectoria biográfica trans la expulsión de la familia o del espacio escolar, la dificultad para acceder sin trabas al mundo laboral o al sistema de salud, la persistencia de la violencia policial, son aún hoy moneda corriente. De ahí que el deseo de transformar el mundo, como quería Lohana, se construye a partir de un amor que, aunque retaceado, tiene la fuerza hilarante de fermentar la masa, de horadar la piedra, de poner el freno de emergencia del tren de la historia. Toda esa furia necesaria para cambiar las cosas, para que sea posible tener una vida buena, aun cuando podría venir del más oscuro resentimiento, en Lohana venía del amor; aunque no del sacralizado, sino de aquel que se resignifica en las camas y en las calles. Ese es el legado de la traviarca poderosa que, como espectro cariñoso y desafiante, sigue presente en tod*s aquell*s que recibimos su amorosa inspiración1.

1Agradezco a Cristian Alejandro Darouiche sus generosos comentarios.