Judith Butler en Buenos Aires: el tiempo de la pregunta
La filósofa estadounidense visitó Buenos Aires, previa escala en Brasil. Aquí la crónica de unos días en donde Butler parecía estar de gira.
Ianina Moretti Basso
Licenciada en Filosofía
el milagro exige
de mis huesos flor
& de mi mente frutos
en este crepúsculo preciso
en que la nuca del sol
se va de hocico
Mario Santiago Papasquiaro
“No sé si la reflexión crítica logre por sí misma cambiar el mundo, pero sí estoy segura de que el mundo no puede ser cambiado sin esa crítica”, dice Judith Butler en su paso por Argentina. La traen a Buenos Aires casi como a una rock star, en una agenda apretada de conferencias después de haber participado en Brasil del encuentro “Desfazendo Genero”. Desde el Centro Cultural Kirchner hasta el conurbano bonaerense (no hasta Córdoba, pero ese es otro cantar, mientras tanto allá vamos), Butler se preguntará sobre las formas de la izquierda, el género y la identidad, las herencias de Foucault y, atravesando todo, siempre el cuerpo.
El primer concierto es el lunes 14 de septiembre. La conferencia “Laclau, Marx y el poder performativo de la negación” está señalada a las 18 hs, pero dan entradas dos horas antes. Cuando llego –en un esfuerzo de puntualidad– a las 16 ya hay una cola que da vuelta por varios pasillos, hace un codo en el aula 134 de Puan y al poco rato ya baja por las escaleras hacia planta baja. Pelos teñidos y rapados y besos diversos, edades variopintas y mochilas de hasta 50 litros, el campamento butleriano se expande. Después llegan unas chicas de andar misterioso con ramilletes de pulseritas fucsia: el Butler-pass que nos asegura la entrada. Con movimientos de tetris llego a la quinta fila y enciendo el grabador.
La charla es en la Cátedra Libre Ernesto Laclau, y la presentan Graciela Morgade y Paula Biglieri. Butler comienza con unas palabras en español, en un esfuerzo poco común en los venidos del norte global, y su exposición es un homenaje a Laclau: de él recibió un correo justo antes de su muerte pidiéndole que le hiciera una devolución crítica sobre su último trabajo. Butler recupera su relación con Laclau desde una “solidaridad que mantiene el agonismo”, y plantea sus distancias en la tarea compartida de “preguntarse cómo es que definimos la izquierda aún, cuál es su forma y su promesa, y cómo es que pensamos críticamente al mundo”. Es una clase precisa y específica enfocada en el proletariado, las negaciones que supone y la potencia de pensarlo en su corporalidad (“ya voy a pasar esta parte”, alienta a un público algo abrumado, “pero primero hay que sufrir” dice entre risas sin saber que casi recita un tango).
Butler responde las preguntas atenta al contexto latinoamericano; en sus charlas reflexiona sobre los 43 de Ayotzinapa y comenta, “Argentina sabe de desaparecidos” al tiempo que se pregunta a quién pertenecen los muertos. A pesar de que sufre el calor del Sur tiene buen humor, el público también y nos reímos de sus chistes. Casi al mismo tiempo y también en Buenos Aires, AMMAR lanza una línea telefónica para denunciar violencia institucional a trabajadoras/es sexuales que busca visibilizar la violencia hacia las trabajadoras/es, una parte fuertemente precarizada de la población, asediada por la violencia policial –entre otras–. Cuerpos expuestos a esa desposesión forzada que Butler asocia al neoliberalismo, la misma desposesión que en otro sentido habilita que esos cuerpos puedan aliarse en una resistencia.
El miércoles tengo suerte, desde la UNTREF arreglaron un transporte para prensa que nos lleva al auditorio donde nos espera una segunda conferencia. El punto de encuentro es La Biela, el mítico café detrás del cementerio de Recoleta: ahí se veían Borges y Bioy Casares casi a diario (Bioy vivía en un piso muy cerca con Silvina Ocampo), encuentros de los que hoy queda el libro y dos estatuas sentadas a una mesa del café donde algunos curiosos se sacan fotos. Del otro lado de la vidriera, los muertos de nuestra historia ven aterrizar turistas y palomas. Sale la combi rumbo a Tres de Febrero, y después de una marea de autos que amenaza con transformarse en La autopista del Sur llegamos a la cuarta fila del anfiteatro. Afuera, unas cuatrocientas personas previamente inscriptas esperan para encontrar lugar; del otro lado de la puerta, Butler por pantalla gigante. Este concierto parece primer mundo, pero Aníbal Jozami nos recuerda que estamos en el conurbano bonaerense, y que antes no hubiera sido pensable una presencia como la de esta filósofa en un alejado auditorio universitario. Pero ahí estamos, y después de la presentación de María Inés La Greca en nombre de la Red Interdisciplinaria de Estudios de Género, Butler arremete otra vez con algunas palabras en español, sobre “Cuerpos que aún importan”. La simplicidad con que Butler se presenta, su esfuerzo con el idioma, el agradecimiento para con colegas y traductoras y la seriedad con que toma cada pregunta la sitúa lejos de pedanterías y solemnidades casual que siguen operando en la filosofía desde el lugar del poder.
La conferencia tiene traducción simultánea; y también en simultáneo le están entregando la ciudadanía ilustre de Buenos Aires a Ilse Fuskova, importante referente del lesbofeminismo en Argentina. Otra feliz coincidencia, ya que Butler dedica su charla a conectar sus preocupaciones sobre el género con nociones más recientes como la de precaridad. Es por eso que la pensadora encuentra clave la pregunta sobre quién puede ser reconocido, dado que implica tanto a las minorías sexogenéricas como a otra parte de la población como inmigrantes, trabajadoras/es sexuales, desposeídos de tierras y/o derechos de salud, vivienda, etc.
Durante esta conferencia, Butler propone disminuir la velocidad del debate –político, sobre los derechos, en contra de la violencia–. ¿Por qué bajar la velocidad de la discusión política desde una reflexión teórica? Todo argumento, dirá Judith, descansa en definiciones que son “formas abreviadas de teoría”; la teoría entonces es ineludible y los activismos como los que ella misma adhiere, feministas, queer, trans entre otros, tienen por objetivo hacer la vida más vivible para los cuerpos precarizados al tiempo que hemos de desafiar las categorías que nos definen.
“La teoría puede ser entendida como una experimentación con lo posible, y la expansión de la idea de lo posible puede de hecho hacer la vida más vivible”, termina Butler. Después de preguntas –entre ellas una notable que impugnó su epistemología desde la mirada trans– y aplausos, se llevan a la rock star mutis por el foro, y no hay el mano a mano del lunes donde le pedían autógrafos, la invitaban a vivir a Argentina si gana Donald Trump y yo atiné a darle unas palmaditas en el hombro, a modo de torpe agradecimiento. Quedan unas pizzas y un tren nocturno hasta la capital para cerrar el viaje. Jueves y viernes Butler sigue hablando, nos preguntamos si dirá algo sobre aborto, identidad de género, trabajo sexual o violencia policial, temas tan urgentes en la violenta Córdoba delasotista. Por eso más bien la pregunta que me vuelve es qué seguiremos diciendo nosotros. Nos toca, en este crepúsculo preciso, no sólo preguntarnos por lo que hay sino también cuestionar las categorías con las que abordamos la pregunta, para impugnar desde los huesos la violencia normativa, y afirmar en cambio que otro tiempo es todavía posible.
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Excelente nota