Soledad Paula Croce (Lic. en Filosofía, investigadora)
"La hora del lobo es el momento entre la noche
y la aurora cuando la mayoría de la gente muere,
cuando el sueño es más profundo,
cuando las pesadillas son más reales,
cuando los insomnes se ven acosados por sus mayores temores,
cuando los fantasmas y los demonios son más poderosos..."
Fragmento de La hora del lobo, de Ingmar Bergman
«Anoche fue la primera vez en mi vida que sentí que me iban a matar. Encerrado, tras las persianas del negocio, sin poder ver lo que pasaba afuera y con la tele como única conexión con el exterior, comencé a sentir pánico. Me llegaban los datos: están robando a tres cuadras de tu local, a dos, a una, a media y me harté de esperar el final. Me cansé de esperar a la horda, de sentir miedo, el cuerpo puede tolerar esa sensación solo un tiempo definido. Después de eso, se transforma en otra cosa. Estaba acorralado, sin escapatoria, sabiendo que si entraban era el fin. Y con esa angustia de “me van a matar” todavía palpitándome en el cuerpo, decidí dejar de esperar a que vinieran y salí a buscarlos yo». Este es el relato que da inicio a La hora del lobo, corto-documental realizado por Natalia Ferreyra sobre los hechos ocurridos la noche del 3 y la madrugada del 4 de diciembre de 2013 en el barrio universitario de Nueva Córdoba. Tales hechos se sucedieron en el contexto de un acuartelamiento de la policía de la provincia debido a un conflicto salarial. En base a relatos que esgrimen las razones que llevaron a los universitarios a salir a la calle, el documental reconstruye la atmósfera vivida en Nueva Córdoba. En menos de media hora, entre imágenes tomadas con teléfonos celulares, el corto nos traslada directo y sin filtros a la médula del conflicto: la caza de brujas ejercida por los estudiantes a todos los que suponían “saqueadores”.
La lucidez con la que se desarrolla el documental permite hacer foco desde donde se narra lo sucedido: la palabra de los estudiantes. Al escuchar el primer testimonio (citado más arriba), podríamos conjeturar que el carácter hipotético de la condición natural, definida por Hobbes como el estado de guerra de todos contra todos, adquirió cuerpo en ese diciembre convirtiéndose en realidad histórica. El estado de Naturaleza según Hobbes está principalmente definido por el miedo a una muerte violenta, siendo la violencia el máximo recurso y también el mayor peligro. Sin embargo, más que una dimensión pre-política en términos hobbesianos, si entendemos la política como una relación que surge de un entre, lo que se puede vislumbrar en el documental es una relación establecida entre los vecinos. De este modo, dada la ausencia institucional, el lugar donde restablecer el orden estaba bien claro: los vecinos saben quién es el enemigo, de quién hay que cuidarse, qué hay que proteger y a quién hay que destruir: “nosotros nos dimos cuenta que, sin la policía, acá era tierra de nadie. Entonces dijimos, si va a ser así, al primero que venga, chau. Entonces habían controles […] y al que no paraba se le daba”. No hay dudas, si no hay Estado, estamos nosotros, los vecinos.
A pesar de las múltiples lecturas que puedan realizarse, el documental está lejos de unificar o simplificar la mirada sobre el conflicto, y mucho menos de intentar dar una respuesta. Se presenta con la inteligencia de no pretender eliminar las aristas del tema. Desde esta perspectiva, La hora del lobo reconstruye cinco testimonios entre los cuales se encuentra el de un estudiante que pone en riesgo su vida, al decidir proteger a un joven que estaba siendo golpeado por una masa desenfrenada y frenética. En diálogo con la directora, comenta: “me dijeron que hubo un chico que bajó a la calle y defendió a alguien… y en un primer momento pensé: la película es el relato de él y el relato de Agustín (el primer testimonio), pero corría el riesgo de transformar todo en un héroe y un antihéroe”. Sin embargo, al incluir otros testimonios, el corto evita la obviedad de un antagonismo o polaridad.
En relación al montaje, la directora nos cuenta que lo primordial era recrear la atmósfera de esa noche por lo que, en el guión, el sonido de las filmaciones iba a ser preponderante. Siempre supo que no haría ninguna modificación técnica ni de archivos ni de planos. Quiso ir al campo de entrevistas con la menor cantidad de artefactos posibles, y que la luz se iba a usar si era estrictamente necesario. No usó maquilladores, ni vestuaristas, pero sí le interesaba que en algunas escenas se viera el dispositivo. Los cortes en negro tienen que ver con mostrar que uno está editando. La mayor dificultad, según Ferreyra, fue salir del registro periodístico.
Otro de los aciertos a partir del cual el documental logra construir una visión enriquecedora sobre una temática tan compleja, es el lugar que ocupa la directora como entrevistadora. Por un lado, se deja al descubierto el mecanismo de una entrevista y, por otro, ocupa el lugar de quien escucha, del testigo, sin que exista muestra de intervención alguna. Esta metodología de construcción narrativa aporta a la complejidad del relato. De esto da cuenta Natalia Ferreyra, cuando expresa su sorpresa ante la empatía que generó el documental tanto en quienes defenestran los linchamientos como también en quienes los defienden.
Quedan resonando las palabras finales del último testimonio, el cual hace hincapié en que se siente juzgado por las ramas intelectuales que enjuician detrás de las cámaras y de los libros (ironizando paradójicamente que esto debe ser porque ese día las librerías quedaron intactas). El problema, dice el estudiante, es que no había tiempo de citar a Sartre y los libros nada dicen de lo que hay que hacer cuando llega la hora del lobo. Cuando de comportamientos y hábitos se trata, no resulta fácil ver ni decir, principalmente porque sus contextos varían y difieren. De alguna manera, los actos son esperados según los contextos en los que se dan y es aquí donde empiezan los problemas. A su vez, tales contextos parecen no depender de decisiones individuales, sino de representaciones socio-políticas que debemos indagar una y otra vez. Surgen así, inevitablemente, preguntas sobre la herencia de la Reforma Universitaria de 1918, sobre los mitos constitutivos de la Córdoba contemporánea, la Córdoba rebelde, la democrática, mito de la clase media progresista de aquella primera generación de hijos de inmigrantes. La hora del lobo tiene la virtud de visibilizar el arribo de una violencia de la que todavía nos cuesta hablar.
Realización
La idea de un corto documental surge de un posgrado en Documental Contemporáneo de la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba. La película quedó seleccionada en la muestra de cortos del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI) 2015. Idea y Realización: Natalia Ferreyra. Producción: Ana Lucía Frau. Cámara: Facundo Moyano. Montaje: Gisela Hirschfeld. Tutoría del Proyecto: Pablo Brau y Federico Robles.
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