Discos cordobeses que tienen que estar en tu discoteca (o en tu lista de Mp3)
Compilador de la sección: Gonzalo Puig
Rodrigo Carazo – Ríe Río (2013)
Gonzalo Puig
Rodrigo Carazo es uno de los nombres que ha ido ganando terreno en los últimos años en la escena musical de la ciudad. Nacido en Río Grande, en la austral provincia de Tierra del Fuego, Rodrigo, como tantos otros, llegó a Córdoba con su instinto de curiosidad totalmente encendido. Ese es el principal motor de una búsqueda que ha llevado a este cantautor a mixturar sonidos y ritmos para darle forma a una particular manera de comprender la música, que le permiten poner sello propio a sus composiciones.
Una de las particularidades de la búsqueda y la mixtura de Carazo, es el anclaje en la naturaleza, lo que lo lleva a mezclar sonidos autóctonos de nuestro folclore, con una forma jazzera de ejecutar y una exploración de ritmos e instrumentos africanos, que derivan de la creación de la Safari Beat, otro proyecto que lo tiene como protagonista.
Ríe Río es su primer disco solista y se editó a mediados del año 2013 de forma totalmente independiente. Este trabajo cuenta con 8 canciones de firma propia y a forma de carta de presentación, sirve para mostrar cómo los aires respirados en las sierras cordobesas se pueden ir metiendo en cada canción. Esto, claro, corresponde a que el trabajo en torno al disco fue realizado 100% por el músico en la bella Cabana de Unquillo, en lo que él llama “Carazo Home estudio Portátil”. La mezcla y el mastering estuvieron a cargo de Farid Hakimian y Agustín Cravero.
En este disco, Carazo se luce como multi-instrumentista. Entre los instrumentos que ejecuta se pueden distinguir, guitarra, bajo, percusión, piano Rhodes, Ngonis (instrumento africano), claves y hasta ollas de cocina. Una gran cantidad de músicos amigos aportaron sus sonidos al disco. La Safari Beat, Luli Lerda, Gonza Sánchez, Coral Barzola, Joaquín Camaño, Bruno Cravero, Rodrigo Saldaña, Mariana Poblete, Adri Bertoli y Nehemías Figueroa fueron los encargados de resaltar la atmósfera comunitaria que se puede apreciar a buen volumen en Ríe Río.
“Ríe la aventura misma de vivir / Cambio para el cambio mismo compartir”, reza el tema de apertura del disco, y que le da nombre al mismo. Cada tema es una pieza que destaca el viaje musical que Rodrigo Carazo ha realizado. Un músico trashumante que tiene un pie en las sierras y otro en algún remoto lugar del África. Los sonidos perfectamente ensamblados ayudan a sumarnos a este viaje del músico, que permite que su experiencia sea compartida. La sensación de movimiento y libertad que rodean cada canción, se complementan con los ritmos circulares y mántricos.
En “Mirá Mirá”, el track 5 del disco, el fueguino abre la puerta a lo lúdico: “Mirá, mirá, / Qué bueno está, qué bueno que es jugar. / Mirá, mirá, / Qué bueno está, qué bueno que es soltar”. Para Rodrigo Carazo la música es un juego, desprendimiento de ataduras y una aventura, y en este disco logra que nos sumemos a su ideario de búsqueda eterna, esa curiosidad que nos hace sentirnos jóvenes todo el tiempo.
Santiago Guerrero – El medio del mar (2014)
Juan Manuel Pairone
A finales de la década de 2000, Santiago Guerrero empezó a cantar. Lo hizo como parte de los excéntricos y exquisitos Tomates Asesinos, siempre asociados a la experimentación con máquinas y al electro-pop instrumental. Y fue todo un cambio, hacia afuera y hacia adentro. De repente, la música de los Tomates tomaba otra forma; sus canciones ya no eran únicamente viajes siderales y electrificados, ahora también tenían estrofas y más de un estribillo memorable. Basta escuchar Noches de Absaló (2011), coronado por la solemne, dulce y profunda voz de Guerrero, para entenderlo todo. Ahí había un cantante en potencia y había canciones que necesitaban mostrarse. Y cuando hablo de canciones pienso en “Laberinto” y su carácter de hit alternativo inmediato. Inmejorable carta de presentación.
Algunos años después, en la recta final de 2014, apareció casi de la nada un disco solista a cargo de Santiago Guerrero, el individuo. Ya no llama la atención ni resulta curioso. Se trata de una confirmación y una apuesta llena de valentía y necesidad artística. Guerrero seguramente no se considera un cantante excelso, pero debería saber que el poder que emana de su voz no ha hecho más que crecer en este tiempo. El medio del mar lo encuentra mucho más consolidado en su rol vocal y, también, muestra un costado compositivo que excede la lisergia controlada de su grupo de siempre. En su debut solista, quien lleva las mismas iniciales que un legendario modelo de guitarra se muestra también como un cancionista hecho y derecho, con una economía y organización de recursos que recuerda a su prolijidad e inventiva como diseñador gráfico.
En lo concreto, SG es un constructivista de la canción. Todo suena simple y placentero al oído, pero por detrás se esconde una complejidad silenciosa, traducida en capas de detalles que ayudan a consolidar la unidad. No hay pornografía ni exhibicionismo, hay sabiduría y paciencia. Alcanza con escuchar el trío inicial “Ecuánime”/”Oscila el sol”/”Aliento exquisito” para embeberse de la atmósfera que plantea el álbum. Todo a su debido momento y en su justa medida. Guerrero no duda en programar un bombo, derramar sintetizadores, jugar con su voz paneada o usar una guitarra como guía espiritual de la canción. Pero nos pide que prestemos atención a cada elemento y nos entrega en bandeja la posibilidad de disfrutar del carácter singular de cada arreglo.
Que Cerati, que el flaco Spinetta más acústico, que Bowie teñido de folclore. Es verdad, algo de todo eso resuena en el ambiente. De todos modos, esas referencias solo confirman que Guerrero ha dado forma a un disco ultra personal, de altísima factura. Puede ser largo, quizá un tanto repetitivo, pero conserva un halo de grandeza propio de esos álbumes capaces de enamorar al instante. Además, es una lección en términos de preproducción y registro. Y si eso no fuera suficiente, esta nota subraya que El medio del mar cuenta con una inmensa canción capaz de definir a toda una generación: “Indie”, con postal de época a cargo del poeta Ricardo Cabral.
Diego Marioni Trío – Oración (2010)
Paola De Senzi
A pocos años de afincarse en Córdoba y luego de integrar agrupaciones como La Pirca y La Chirlera, el músico catamarqueño Diego Marioni editó “Oración” junto a Juan Angera y Jorge Reales. Un trabajo del año 2010 que apuesta a la idea de que se puede proyectar y actualizar clásicos, sin perder la esencia.
Por esos tiempos Marioni decía en una entrevista “No hacemos música para músicos, trabajamos desde la estética que tenemos en la cabeza tratando de llegar a la gente”. Entonces, el sonido y las palabras se disparan desde el origen. Por eso a pesar del vuelo musical de cada uno de los 17 temas de este disco, la esencia no muta.
“Amanece en el barrio que hoy me toca”, dice una frase del único tango del disco, como para afirmar que el vivir en la urbe es sólo una circunstancia, y que en los acentos y el lenguaje permanece la tradición, el origen.
La vidala que da nombre al disco se intercala entre tema y tema en fragmentos que van guiando la escucha, acompañando el paisaje de los distintos ritmos que aborda como autor Marioni en los huaynos “Chinitina de mi Alma” y “Luna Lunera”, las chacareras “La Vieja Pesadora” y “El Arobe”, la “Zamba del Lucero”, la huella “Rumbo” (dedicada a Romina López, su compañera), “El Colero”, un gato compuesto con Mariano Clavijo, la “Canción del Pralinero” y el ya mencionado tango “El Mundo de los Otros”, al que antecede un recitado de Mariano Medina.
Otros compositores completan el repertorio elegido por Diego, clásicos como “Tejedora Belenista” que nombra a Catamarca desde la pluma y la melodía de los salteños Castilla y Falú. Acertadamente el track incluye un fragmento de “Cantor Vallisto”, de Eusebio Mamani, coplero de Santa María. También están “Tun Tun”, bailecito de Manuel Acosta Villafañe, la vidala “De los Altos Minerales”, recopilada por el riojano Tata Duarte y “Andate con quien quieras” de Selva Gijena.
Percusión, vientos y voces a cargo de Diego Marioni, Juan Angera en bajo y Jorge Reales en guitarra completan el sonido. La voz de Marioni densa, grave, menciona personajes, relata vivencias de tierra adentro junto al maravilloso vuelo musical que acompaña. Como invitados están Romina López, Mariano Clavijo, el dúo Wagner-Taján y Lula Fernández en voz; Viviana Pozzebón en percusión, y Cecilia Zabala en guitarra.
El disco fue editado por el colectivo de músicos independientes UPA y grabado en los estudios Desdémona, bajo la dirección de Marioni. En tanto Angera y Reales continúan el camino en la música popular argentina con producciones independientes, Marioni se ha convertido en uno de los jóvenes referentes de la música popular argentina, de su provincia y también en Córdoba.
Oración es un disco que bien podría ser de proyección, pero a la luz de los ritmos, el lenguaje y su poesía logra instalarnos en el paisaje vallisto, en sus costumbres y su esencia. Un trabajo clásico y esencial de esta nueva generación de músicos de folclore.
Un día perfecto para el pez banana – Suba (2012)
César Pucheta
Cuando uno trae consigo un puñado de canciones prestas a formar parte de un disco, elegir las formas de ensamblarlas para presentarlas suele ser un desafío interesante. En “Suba”, Un día perfecto para el pez banana (de aquí en más UDPPPB) acierta de tal manera que bastan 75 segundos para comenzar a imaginar todo lo que vendrá después. El disco arranca con una guitarra en estado frenético que lentamente se abraza con su par sobre una base rítmica marcada por la solidez y la constancia del acompañamiento que se acoplará inmediatamente con la voz (dulce, provocativa, lúdica y aniñada) de Lucila Escalante. “Y aunque nunca fue tan fácil flotar como en tu pileta/ nunca abandoné las buenas intenciones/ La posibilidad de sonreírle a una idea y apropiarla/ siempre será mi forma de construir…”, casi todo en poco más de un minuto.
Suba, editado en 2013, es uno de los trabajos más interesantes de todo lo producido en nuestra ciudad en el último lustro. Por apuesta, por performance y proyección, UDPPPB logra en su primer LP una síntesis musical que venía puliendo desde tiempo atrás y que, luego de algunos retoques logró plasmar con la soberbia que expresa la contundencia propositiva.
Si se busca pincelar a grandes rasgos las características de Suba se hace complicado no enunciar en clave oximorónica (suponiendo que el neologismo es válido). Parecen convivir en el trabajo la solidez grupal con el alto despliegue de cada uno de sus actores individuales (el todo y la suma de las partes) así como también los aspectos lúdicos cargados de libertad con la meticulosidad en cada uno de los movimientos. El ejemplo aparece en la voz de Lucila, que logra ir moviéndose por distintos registros y echando mano a herramientas disímiles a lo largo del trabajo, pero también en las guitarras que a veces dialogan tanto que llegan a cruzarse cual pelea de hermanos en la que los resultados siempre terminan superando la situación inicial. Hay pasajes en el disco en el que todo se hace extremo y lo aparentemente simple se complejiza logrando atmósferas densas casi psicodélicas. “Bien” y “Caja muda”, son buenos ejemplos para comprobarlo. También se destacan un par de canciones con aires de hit (“México” y “Reyes de la ciudad”) que como buenos productores la banda eligió para destacar entre las demás para la difusión del disco y una que parece alejarse del frenetismo reinante para asentarse en un clima más armónico y relajado, “Casa” (aunque “Bolsillo” también puede convivir en esa misma línea estética).
Lucila Escalante se encarga de la mayor parte de las letras del disco y logra un estilo propio en esa forma compositiva que encaja a la perfección lo que su propia banda hace al ejecutarlas. No habría otra posibilidad. Lo hecho por ella junto a Juan Manuel Pairone, Santiago Álvarez Ruiz, Javier Rabinovich e Ignacio Xavier Ruibal tiene ese sello que los hace tan particulares. Basta ver una actuación en vivo para comprobarlo. Allí donde todo expone, todo se exacerba.
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