La Extraña Dama
Por Juan Manuel Burgos
Rezan los heteros de derecha para que vuelvan los noventa y los de izquierda corean que la historia se repite primero como tragedia y luego como parodia. Las locas tenemos otra idea sobre los noventas, sobre la tragedia, sobre la parodia. Otras temporalidades.
Cualquier gay fanático de la alta costura o marica neófita que haya visto a Meryl Streep en El Diablo Viste Prada sabe que la pregunta que nos convoca es la pregunta por la moda: ¿Qué hay de nuevo-viejo? Por eso al principio esta nota iba a llamarse Moda y Pueblo; también me hubiese gustado ser más creativa y hacer algo con la palabra tendencia. No se pudo, le debo más a la Lynch que a Fito. Deodoro me pidió que escriba un poco sobre las cuestiones de género, que al parecer manejo, la figura de la primera dama en estos meses del nuevo gobierno y otras feminidades en escena: en suma, un racconto del encuentro política/farándula de los últimos días. Tampoco sé si puedo, pero necesito el trabajo.
No hace mucho estábamos sentadas costurando unos fanzines con una amiga ciega, una travesti y otra sidótica cuando Cristina, en su advocación de maldita lisiada, apareció de blanco, con transparencias y perlas, junto a un portarretratos con la foto de Néstor, en una silla de ruedas con una bota ortopédica exageradísima que tuvimos que describirle a la que no veía ―porque la forma es, antes que nada, contenido―. Nos anunciaba la disolución de la SIDE y la creación de una nueva agencia de seguridad a la que llamaría, si no entendimos mal, Ariadna. ¿Era cierto, era mentira, era una puesta? ¿Importaba? “No me van a hacer mover un centímetro”, decía sobre ruedas mientras con un guiño nos prometía acabar con esa seguridad estatal que para nosotras siempre fue el terror. Como cualquier marica, y por haber estudiado artes y leído a Butler, sé que la parodia viene primero ―como los bocetos que son la primera copia―; después, ahora, la tragedia. Escuchamos con las mismas amigas a Gabriela Michetti, quien no está capacitada para llevar con glamour su prótesis, distinguir entre pobres drogadictos y ricos con excesos, entre pobres y normales, celebrar en el día de la mujer la complementariedad y la jerarquización de los sexos, declarar que los jóvenes no son actores políticos y su protesta merece un límite, explicarnos que no tiene nada en contra del matrimonio gay sino con que los gays procreen, and so on, and so on. La diversidad funcional es así: diversa.
La diversidad de maricas también: los últimos homosexuales, los gays de libre mercado, los putos peronistas, los varoncitos antipatriarcado, las locas del fin del mundo. No sé qué se supone que deba decir ahora: ¿que producen vidas más vivibles las madres sobreprotectoras e hipersexualizadas con padres ausentes que la familia heteroperfecta cuya mujer se entrega a la crianza trilingüe de su hija, no opina de política y viste elegante mientras esconden en el sótano a los hijos extramatrimoniales? ¿Que mejor el divorcio, las odaliscas pagas y Elektrita Menem como primera dama? ¿Que releamos la Teoría KinKon de Despentes imaginando que un gorila nos toca a la jefa? ¿Que el baile del vogue surgió de travas negras y latinas que parodiaban a las mujeres blancas, y que luego una de esas mismas mujeres blancas llamada Madonna lo volvió trágicamente asimilable y comercializable entre los varones gays blancos y su entorno friendly dominante de los 90? ¿Que el Vogue de Cristina en el centro cultural Kirchner no tiene nada que ver con La Aguada marcando la tendencia argentoeuropea para la revista Vogue española? ¿Que ser coqueta está mal o bien, o quién sabe? ¿Qué, como dice mi amiga La Sergio, Juliana sea retribuida por su trabajo reproductivo como coach emocional y que tenga los aportes al día y se cumplan sus derechos laborales, como a otras trabajadoras sexuales no les pasa? ¿Que ojalá las niñas coyas vestidas de guardapolvo que escucharon a Michelle Obama decirles que debían esforzarse para acceder a las universidades y construir el liderazgo femenino que falta en América latina, que esas niñas, por dios, no sean las mismas esclavas de un taller clandestino, montadas de estudiantes con sus propias producciones? ¿Que si le vamos a dar bola a una negra en plan retro que sea a Anamá Ferreyra? ¿Que nos liberen a Milagro Salas como nos liberaron a Moria? ¿Que ojalá Milagro pueda transitar la cárcel con tanto estoicismo como Mo? Que al pibe acorralado, que a ese no nos lo maten.
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Al fin y al cabo, la primera dama “no es un cargo electo ni nombrado, no tiene funciones ni responsabilidades asignadas ni autoridad sobre otras personas ni devenga un salario u otra compensación”; qué sentido criticarla. Propongo redireccionar nuestro empeño hacia una nueva-vieja figura, en un tropo discursivo más habilitante, más camp, anterior a los 90, del 89. El tropo de una juventud que murió recién nacida: La Extraña Dama
Llena de recuerdos y resignación /me aferré al destino / sin descansar, hasta encontrar/ la herencia que dejaste en mi camino /despierta soledad, envuélveme /soy esa extraña dama/ que está dispuesta a vencer.
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Domingo pasada la medianoche, Sucre y Colón, en el Beep Pub (histórico antro cordobés de putos, tortas, travas y heteros de cotillón). Dos transformistas están haciendo un show de esos políticamente incorrectísimos donde, playback de Valeria Lynch mediante, se ofende a todo cuanto se puede: negros, pobres, chetos, locas, chongos, pasivas, activas, tortas, yonkies, yankees, bolivianos, gordos, putas, discas y travas. Allí donde el INADI no tiene, ni debería tener nunca, jurisdicción alguna ―parias todas― nos encontramos. Chiste va, chiste viene en medio de un concurso malogrado sobre quién finge el mejor orgasmo a cambio de una cerveza, alguien del público denuncia la injusticia (de siempre) que se está cometiendo. Ni lenta ni perezosa y bastante irritada, una de las que conduce le exige al que vocifera que pague de su bolsillo el premio a quien considere el mejor candidato y se deje de joder. El sujeto en cuestión extiende de su billetera un Evita solidario, porque la pa(t)ria es el otro. Y otras todas.
Bien aprendidos los cordobeses de De La Rúa, al igual que en la ley antidiscriminación vigente desde el 88: el daño se resarce pagando. Igual, se sabe, no hay dinero que alcance y el show must go on, pero cierta tensión que una de las que conducía intentó remontar sola ya se había instalado. En broma y muy en serio frente a la mala cara de su compañera, la que le ponía pilas llamó a la irritada “macrista” y ésta última ofendidísima devolvió el chiste diciéndole “choriplanera”. Muy asumida la choriplanera monologó sobre todos los planes y asignaciones que cobra por sus cincuenta hijos con síndrome de down. Nos reímos, pero ya no como antes. Incapaz de sostener la actuación del género, la macrista aclaró que a ella no le daba de comer ni un gobierno ni el otro, que ella vivía de su trabajo y que no iba al trabajo de nadie a arruinárselo. Too late, precariedad laboral para todas y todes. Según la mente hetera volvieron los ’90, pero las locas sabemos, fachas o nac&pop, que esto miciela, es otra cosa: Esto es porno y recién comienza.
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