El enigma no resuelto
por Guillermo Vázquez
El joven Marx, a los veintipico de años (edad promedio de un estudiante de la UNC que cursa Derecho de la Navegación, Estructuras III o Geotecnia II) escribió una frase sobre el comunismo en unos apuntes: es el enigma resuelto de la historia, dijo. Esa fe en que las contradicciones y dolores de la explotación se verían por fin concluidos con la sociedad sin clases.
¿Qué clase de enigma es el peronismo en la historia argentina? Un texto de Nicolás Casullo de hace unos diez años daba unos sintagmas que asustaban por la dimensión inabarcable del fenómeno político más pensado de todo el siglo XX argentino, y vuelto a poner en marcha siempre:
Peronismo. Conciencia política anticapitalista de la clase obrera, fascismo vernáculo, bonapartismo contrarrevolucionario, movimiento histórico del pueblo, laborismo frustrado, presencia de las mayorías democráticas, historia de la resistencia popular, hecho maldito del país burgués, nacionalismo antidemocrático, burocratismo gremial conciliador, identidad política proscripta, democracia cristiana camuflada, conducción del frente de emancipación nacional, organización de obediencia verticalista a un jefe, proyecto burgués reformista, ideología anticomunista de las clases trabajadoras, pueblo y nación en armas, barbarie acaudillada, cultura subalterna antihegemónica, sindicalismo de la liberación, última carta antipopular del sistema, identidad política de las vanguardias guerrilleras, populismo conservador oligárquico, proyecto antiimperialista por el socialismo, alianza sindical-militar, neoliberalismo menemista pronorteamericano.
El texto se detenía en 2004, y no habría la enormidad de nomenclaturas sobre la reactualización de muchos de estos lemas que trajo kirchnerismo y sus detractores por izquierda y derecha. A 70 años del 17 de octubre de 1945, la fecha más mítica para un peronismo rodeado, asediado a veces, por el mito, también Deodoro hizo una apuesta por pensar otro aniversario que pasó más desapercibido: los 60 años del 16 de setiembre de 1955, uno de los hechos más dolorosos de la historia nacional, en la cual Córdoba tuvo una participación lamentable (y sin embargo reivindicada hasta hoy, tantas veces, por tantos actores).
La idea originaria –y así fue transmitido a quienes invitamos a escribir– era tomar las preguntar que hacíamos al caso Córdoba. No por un cordobesismo de símbolos vacíos o lugares comunes (reproducidos como si fuese una proeza en una canción –“Oda”– sobre Córdoba que anda dando vueltas como un zombi hace unos años). El peronismo, que obviamente trasciende a un Partido, es una de las cosas más universales que tenemos. “Universal” no solo porque, como siempre dice el artista Daniel Santoro, es una de las pocas creaciones argentinas que ha llegado lejos en el mundo como particularidad nacional. Hoy cualquiera tiene atributos para opinar sobre peronismo. Estoy seguro de que no ocurre con términos como “centroderecha”, radicalismo, o comunismo (pero, claro, puedo estar en el error). Como la presunta intención (o ausencia de la misma) en la patada de Tévez: todo el mundo está tentado a decir algo sobre el peronismo.
Sin embargo, está claro (como plantea Carlos Godoy en su intervención) que el peronismo –en todos los sentidos– tiene manifestaciones bien diversas según las diversas geografías del territorio nacional. Pero sobre todo porque la reflexión en torno a Córdoba tiene que ver con una deuda, y es la de pensar con más intensidad su historia política, social y cultural.
Hubo otras personas invitadas –militantes de otros partidos o movimientos no peronistas– que no tomaron la propuesta de Deodoro (con dos modalidades: la amabilidad como regla, o un enigmático silencio como excepción) y que convocaremos para pensar en otros números previstos sobre ejes similares –por caso, uno que ya está en agenda: la izquierda. Lo importante también es tener la posibilidad, la libertad de un espacio, de decir algo sobre el peronismo, incluso sin argumentar, como un grito de hartazgo o de indignación ante una injusticia: que es un engaño hablar de eso, que no hay ningún enigma por resolver, que nada es complejo sino más bien simple (“Es el peronismo, estúpido”). O guardar silencio, parquedad, como haría un maestro zen.
Pero sabemos también que es muy difícil decir algo. Hace unos años, Deodoro, la Editorial de la UNC y la librería 1918 (cuando ésta estaba frente a la Compañía de Jesús) coorganizaron un micro ciclo de charlas, en medio de una campaña para la intendencia que transcurría en ese 2011, salvo alguna rara excepción, sobre ejes conmovedores sobre cómo habría de hacerse la obligada privatización de la recolección de basura. Titulamos el ciclo “No queremos hechos, queremos palabras”, buscando alguna provocación en aquel grafiti del hiperinflado mayo francés que, como todas aquellas pintadas del 68, ya no asusta ni a un pequeño comerciante anti-conciliar. (Recuerdo que Alejandro Groppo, uno de los tipos más apasionados que pensó el peronismo en Córdoba, coordinó una mesa.) Las páginas que siguen a continuación son nuevamente una apuesta entre tanta mirada por encima del hombro, casete puesto y especulación. Y como un japonés vinculado al honor samurái que se practicó el harakiri tras descubrir que existía el cepillo de dientes eléctrico –según contó en alguna parte Fontanarrosa–, imaginamos la angustia terminal de los grandes oradores del peronismo –y contra el peronismo– que tuvo esta provincia, si hubiesen sabido de la existencia del telepronter.
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