El Fútbol como síntoma: recorrido cronológico del FPT

El Fútbol como síntoma: recorrido cronológico del FPT

La batalla que el gobierno kirchnerista sostuvo con la corporación mediática, tiene una arista ineludible y que cobra especial relevancia en un país como la Argentina: el negocio del fútbol.

Flavio Lo Presti

Escritor

En el 2009, a comienzos de la guerra entre el gobierno y Clarín que tuvo como puntapié inicial la pelea por la resolución 125/08 en 2008 (algo así como el asesinato del archiduque de Sarajevo en la Primera Guerra Mundial) la AFA le pidió a Televisión Satelital Codificada (TSC, o Clarín a secas) 720 millones de pesos por la televisación del fútbol, esgrimiendo como motivo la crisis que enfrentaban los clubes. La empresa se negó a pagarlos, y la consecuencia directa fue el establecimiento de un contrato entre la nación y la AFA para televisar el fútbol de primera y la B Nacional, de manera gratuita, a través de la televisión pública y de las emisoras que quisieran retransmitirlas, con un nombre perfectamente K: Fútbol para todos (aunque faltó el «y todas»).

Fue, en un punto, un clic cultural, e instaló una pregunta que nos seguimos haciendo: ¿tiene el Estado que sostener el acceso de los ciudadanos al deporte que más pasiones despierta en el país? ¿No debía destinarse ese dinero a cosas más urgentes? Era una pregunta que la oposición se hacía con aspavientos en las tribunas de los medios contrarios al gobierno K.

La controversia

La administración de las imágenes del fútbol por parte de TSC había sido cruel: durante su imperio los goles no podían mostrarse antes de que se pasaran en Fútbol de Primera el domingo a la noche, y algunas señales del cable común pasaban las tribunas de los partidos que se televisaban codificados en TyC MAX en una especie de suplicio de Tántalo futbolístico.

Cuando este régimen ligeramente sádico terminó, la presidenta de la nación Cristina Fernández cometió uno de esos pequeños exabruptos que inflaban el pecho de amor a la gente que habita el lado K de la vida y hacían rabiar de veneno a los detractores: nos habían secuestrado los goles. Parece una exageración considerando las resonancias que esas palabras tienen en nuestro país, pero no hay que olvidar que Víctor Hugo Morales sufrió un proceso (y fue condenado) por emitir en los televisores que estaban a sus espaldas de un matutino televisivo las imágenes de la final intercontinental de 2000 entre Boca y Real Madrid. Además, la frase de Cristina parece menos impertinente (desde el punto de vista de la expresidenta) si se considera la convicción con la que el kirchnerismo sostuvo la complicidad de Clarín con la última dictadura cívico militar y la idea de que la compra de Papel Prensa había sido ilegitima.

Por otra parte, en el marco de la controversia que generó transformar un negocio en un servicio público y contra la ola de quejas de sectores que no es difícil relacionar con los perjudicados por la recisión del contrato en 2009, Info News publicó en 2012 un cálculo según el cual las funciones del Teatro Colón le costaban a la Ciudad de Buenos Aires 949 pesos por espectador, mientras el FPT costaba 4 pesos, siempre de acuerdo a las mediciones de rating. ¿Vale más, culturalmente, lo que se presenta en el teatro Colón que el fútbol?

Quizás la controversia más grande ha sido motivada por la propaganda oficial. Desde sectores contrarios al kirchnerismo se hizo del FPT un chivo expiatorio de la culpa K señalando que se usaban recursos del Estado como medio de propaganda partidaria, porque en los entretiempos no solo se veían esas acciones de gobierno (propaganda de los programas Conectar Igualdad, del lanzamiento de Arsat 1, etc.) no publicitadas por los medios que cuasi monopolizan el encendido, sino también invectivas contra políticos de la oposición (Mauricio Macri, José Manuel de la Sota) y empresas con las que se sostenía la guerra ideológica metaforizada con la imagen de la grieta.

El cambio

Bien, todo cambió. Con el cambio de administración nacional, el FPT dejó, en primer lugar, de tener propaganda oficial: hemos cambiado la «libertad» ideológica de los entretiempos por los despidos, el aumento de las tarifas y un acuerdo dudoso con las aves carroñeras del sistema financiero global. Al frente de los restos del Fútbol Para Todos se puso al empresario Fernando Marín, exgerenciador de la quiebra de Racing Club de Avellaneda. Marín llegó para realizar el plan de acción por excelencia de Cambiemos: normalizar. ¿En qué consistió la normalización? En primer lugar, en darle a los canales privados más poderosos, por muy poca plata, los partidos de los equipos más grandes: Boca, River, Independiente y Racing son ahora televisados por El Trece y Telefé. Por la exclusividad de treinta partidos a lo largo de las quince fechas del torneo, esos canales pagaron 180 millones de los 1900 millones que el Estado desembolsó en AFA. TyC sports, por su parte, recuperó la televisación de la B Nacional.

Durante los últimos años hemos escuchado relatores militantes. Ahora volvió el paradigma del periodista deportivo de los noventa: el avivado que se colocó en un trabajo soñado y que nos recuerda segundo a segundo a qué restaurante inaccesible va a ir a comer esa misma noche, quién le fabrica las corbatas y los zapatos. Cada tanto nos convidan con la picada de una conocida marca de fiambres cuyo precio la vuelve imposible para el público en general. De todos modos, casi no importa: ya hay menos posibilidades de ver el fútbol. Hoy, los espectadores dependen del streaming online en varios de los partidos de la fecha, porque (para dar un ejemplo) en la Argentina televisivamente federal de Cambiemos no siempre se puede ver a los equipos rosarinos en Córdoba.

Pero además, y en lo que hace estrictamente al programa y a sus empleados, Elio Rossi (el periodista de los tiradores) denunció en su blog que había sido sancionado por su solidaridad pública con los despedidos de FPT y por un comentario que apuntaba a un complot para favorecer a San Lorenzo en la zona 1 del torneo de transición. Rossi, además, citó una supuesta conversación con Marín en la que el CEO del nuevo FTP le señalaba las razones de los cuatro despidos del programa: Mariano Hamilton hablaba de Política, Javier Vicente era desagradable por criticar a Macri, Adrián di Biasi era feo, Luis Lugo por razones indefinidas.

El FPT parece así una maqueta de lo que Cambiemos hizo a nivel general desde que dirige los destinos de la Nación: transferencia de recursos al poder concentrado, despolitización, persecución ideológica y, finalmente, despidos.